miércoles, 5 de julio de 2017

20 - ASÍ TE CUENTO DEL MAESTRO JOSÉ LUIS CUEVAS




Me parece que casi nadie se da cuenta de la importancia en su vida de ciertas personas, hasta que ya no están. Algo así me sucede con el fallecimiento de un dibujante, pintor, escultor, columnista, escritor; en una palabra, creador.
A principios de los años 70 yo era una jovencita deslumbrada por la entonces sofisticada Zona Rosa de la capital mexicana. Un área ubicada en las calles de la colonia Juárez, que llevan los nombres de ciudades europeas, donde proliferaron restaurantes y cafeterías, centros de reunión de los famosos intelectuales de aquel entonces, entre los que destacaba José Luis Cuevas, a quien se le atribuye el nombre de dicho espacio.
Sabía quien era ese personaje, pues había recién creado su “mural efímero”, en oposición a los muralistas mexicanos. Sobresalía también por sus dibujos que sinceramente no entendía en esos ayeres; opinión compartida con mis amistades y críticos de aquel que llamaban, “el niño terrible” de la cultura mexicana.
Al paso del tiempo, supe de su internacionalización y de vez en cuando leía su columna en un diario, misma que me parecía chocante porque hablaba de sus romances pasajeros con diversas mujeres quienes siempre poseían un cuerpo espectacular, según escribía. Cuevas fue admirador de las rumberas, actrices y vedettes famosas de esos días; se jactaba de haberlas conquistado, aunque él estaba casado.
Fue en 1986 cuando mi galán de aquel tiempo me llamó por teléfono para “presentarme” con su amigo José Luis. Ambos habían coincidido en una taberna y habían simpatizado enormemente. Saludé al amigo de mi novio y escuché su invitación para visitarlo en su casa el próximo domingo, día en que para mi sorpresa llegamos al domicilio de Cuevas.
Mi novio era extranjero y no conocía la relevancia de su nuevo amigo, quien para esas fechas era ya un ícono de las artes plásticas; famoso a más no poder en el ámbito mexicano. Se decía de él que era un ser irreverente y presuntuoso.
Sin embargo, el Maestro Cuevas nos recibió en su hogar como si nos conociera de toda la vida. Su amable esposa Bertha (qepd) lo llamaba “Gato” y él, recostado en la alfombra, reía mucho al mencionar lo gracioso que le parecía que mi enamorado no supiera quién era él. Asimismo, nos platicó varias anécdotas de su vida profesional y se ha quedado en mi memoria su relato. Leía las reseñas de sus exposiciones y ponía mucha atención sobre las que lo criticaban desde tímida hasta lapidariamente. Dijo que esas críticas siempre le quitaban el sueño y aunque su exposiciones siempre fueron exitosas, tanto en México como en USA, las críticas lo devastaban.
En aquella tarde de domingo lo escuché decir que ante todo él era dibujante y por la confianza que emanaba, me atreví a pedirle un dibujo para la portada del libro de un amigo; Cuevas pidió leer la obra y así inspirarse para la cubierta.
Cuando hablé con mi amigo escritor, apenas podía creer que Cuevas ilustraría su trabajo. En verdad que fue un acto de generosidad el que un artista como Cuevas accediera a mi pedido.
Pero ese hecho no terminó bien. Cuevas prestó su dibujo, no lo obsequió. Mi recomendado no lo devolvió, a pesar de la insistencia mía y la del gran artista, quien terminó por cansarse.Por ese hecho, rompí mi amistad con ese escritor, cuyo libro sobre psicoanálisis, a mi parecer, fue valioso solo por su portada.
Tal vez fue coincidencia pero sucedió que mi novio y yo nunca volvimos a ser invitados a la casa de Cuevas.
Mucho tiempo después, supe por las noticias que su esposa Bertha falleció repentinamente, hecho que a Cuevas le afectó bastante. Su refugio fue el arte y uno de los múltiples frutos que cosechó es el museo que se abrió en su honor, donde -además de sus dibujos- dio a conocer su faceta de escultor.
Más adelante, Cuevas volvió a casarse con una dama que no fue del agrado de las hijas que procreó con Bertha. Hubo un claro distanciamiento hasta el momento en que el genial maestro estuvo muy enfermo. Sus hijas argumentaron públicamente que estaba secuestrado por su segunda esposa; algo que él negó mediante una entrevista televisiva.


Con su fallecimiento, las noticias sobre Cuevas y mis recuerdos han resurgido en mi mente. Quiero agradecer a la vida el privilegio de haber pasado una tarde escuchando la charla tan agradable del gran Maestro José Luis Cuevas y con ello haber entendido por fin el porqué de su totalmente fuera de lo común obra, que desde ese día quedó grabada en mi corazón.

3 de Julio/2017
copyrughtconnieurena/2017