sábado, 17 de septiembre de 2016

15 - ASÍ TE CUENTO DE UN FINAL DE NOVELA.












Hace poco supe del fallecimiento de José Antonio Cossío, actor de radio-novelas. Poseía una voz muy agradable que elevaba el romanticismo de las series que mi mamá escuchaba de lunes a viernes por las mañanas. Aún recuerdo su prisa por regresar a casa una vez hechas las compras y mientras cocinaba y realizaba sus quehaceres, escuchaba embelesada el desarrollo de su novela predilecta, en la que “casualmente” el protagonista era dicho actor, quien también fue un gran declamador.

Personajes como San Martín de Porres, San Felipe de Jesús y Hernán Cortés, entre muchos otros, cobraban vida en la voz de ese José Antonio a quien mi mamá tanto admiraba y, guiándose por la voz, aseguraba que era muy guapo.

En la radio, escuché biografías noveladas que influyeron en mi aprendizaje e imaginación. Ponía atención a la vida de Mozart y otras que rememoraban la vida de los atormentados Franz Lizst, Chopin, y Chaikovsky.  

Recuerdo también varias obras como Alicia en el País de las Maravillas o Cumbres Borrascosas, así como algunas más populares y llenas de romanticismo como Una Flor en el Pantano. Asimismo, me acuerdo de los radio-teatros (Cumbres Borrascosas, El Conde de Montecristo, Lo que el Viento se Llevó). En todas estas realizaciones se dramatizaba sus escenas con selectos pasajes de música clásica, aunque en esos días yo no lo sabía.

Por las noches, las series eran de suspenso. Juntos, mis padres y sus hijos (siempre y cuando no nos quedáramos dormidos), escuchábamos “Apague la Luz y Escuche”, “La Policía siempre Vigila”, “El Halcón Maltés”; aunque también había programas divertidos como las andanzas de cómicos similares a El Gordo y El Flaco, según me enteré varios años después. Mi espacio preferido se transmitía temprano, “La Hora de Cri-Cri”; con cuyas canciones, que aún suenan en mi memoria, mi mamá despertaba a sus hijos.

Volviendo al ídolo de mi madre, con la popularización de la televisión, él no trascendió. Las novelas entonces fueron protagonizadas por hombres con mayor presencia escénica.  Pronto mi progenitora se aficionó a la gran novedad que significaba ver desde casa, mediante ese maravilloso aparato marca Telefunken, a los actores de los que antes sólo conocía su voz.

La hermosa señora Julia se decepcionó al darse cuenta que no siempre una bella voz corresponde a la gallardía. Al igual, pocas de las grandes actrices radiofónicas tuvieron suerte de acceder al “boom” telenovelesco.
Mención aparte merece el caso del actor que en la radio protagonizaba “Kaliman, el hombre increíble”. La voz del actor era profunda y muy atractiva.  En la televisión tuvo que dedicarse a conducir programas de concursos.

Sólo hubo una queja, al estar viendo la tele, mi mamá ya no podía realizar sus labores caseras. Sin embargo, su afición a las telenovelas perduró por el resto de sus días.

Mi madre, como muchas féminas de su generación y su condición social, eran “sólo amas de casa”, que únicamente salían a hacer las compras, llevaban y traían a sus niños de la escuela. Sus múltiples actividades las realizaban dentro del hogar. Mi padre se encargaba de efectuar los pagos de agua, luz, impuestos, etc. y daba a guardar a mamá los comprobantes.

Muchas veces he oído las críticas sobre el apego a las telenovelas; mas comprendo el por qué muchas señoras se aficionaron. En varios casos, era su única diversión y para mi madre, después de que sus hijos crecieron y perdió a su esposo, su cotidiano esparcimiento consistió en ver las diferentes telenovelas; así que un buen tema de conversación era preguntarle qué le parecía tal o cual trama, qué actor le gustaba, cuál le desagradaba, cuál era su telenovela predilecta.

Sé que como mi progenitora, muchas mujeres fueron así; leían de vez en cuando y realizaban otras actividades recreativas, pero la verdad, es que “les ganaba” la afición por la tele.

Pues bien, las famosas telenovelas se convirtieron en una industria mexicana a nivel mundial, enriquecieron a sus productores, popularizaron a actores y actrices en países lejanos a México, que es sorprendente saber lo populares que fueron varios de estos artistas en Rusia, Italia o Japón, por ejemplo.

Se dice que el día en que una telenovela de gran impacto finalizaba, México se paralizaba para ver la tele y conocer la culminación del argumento, que muchas veces había tenido al borde de los nervios a muchas mexicanas y bastantes mexicanos, aunque los señores lo negaran.  Sé que mucha gente niega su afición a las telenovelas; las consideran poco intelectuales, pero afirmo que hay bastantes personas que disfrutan secretamente de este pasatiempo.

Me llama la atención que subliminarmente se promueva el tequila en las telenovelas. Si tal o cual personaje está feliz, bebe tequila; si está decepcionado, bebe tequila y a veces echa bala en consecuencia. Creo que es un comercial encubierto a la bebida mexicana por excelencia, ya que su publicidad en “los medios” está prohibida desde hace tiempo; igual pasa con los cigarros.

Muchos de los argumentos de las telenovelas se parecen. Se crean conflictos por no revelar secretos, no aclarar malos entendidos, envidias, celos y sobre todo, por obstaculizar el amor entre una mujer muy bella pero pobre, con un hombre guapo y rico.

Se dramatizan todas las peripecias de los malos contra los buenos, todo mundo se conoce entre sí y al final se aclara el panorama y la pareja central es feliz para siempre, ya no está amenazada por los villanos y estos reciben un castigo ejemplar.

Hace años, las telenovelas se empezaron a grabar en “sets” montados para tal o cual escena, después los productores alquilaron enormes y lujosas casas para crear mayor realismo. Fue hasta relativamente hace poco que estas obras se graban en escenarios naturales.

Así, es loable que se den a conocer magníficos sitios del interior de México y se grabe, por ejemplo, en haciendas o fincas rodeadas de espléndidos paisajes. Igualmente, antes los directores generales, de escena, jefes de piso y técnicos eran de origen televisivo; ahora, la mayoría, provienen de la industria cinematográfica y del teatro quienes imprimen sus particulares experiencias y visión a estas obras televisivas.

Ejemplo de ello fue, El Pecado de Oyuki, telenovela de 1988, para la que la producción creyó más factible construir algunas calles de Tokio y otras ciudades de Japón en los alrededores de nuestra ciudad. Lograron recrear varios barrios de la capital japonesa y hasta un gran templo. Se crearon calles completas, con postes de luz, señalamientos, pavimento, una simulación del Tren Bala y se consiguieron automóviles con el volante en el lado derecho.

El templo era la construcción más alta, con 40 metros de altura; se desmanteló al término de las grabaciones. Los exteriores se grabaron en Japón al final de la grabación en México y luego se ensamblaron a las escenas en el proceso de edición. En Cuernavaca, también se grabó un gran porcentaje de la telenovela donde estaba construida una “villa nipona”.

Con ello, se “trasladó” al teleauditorio hasta el país del sol naciente. Asimismo, actuaron infinidad de “extras”, que eran contratados siempre que sus facciones tuvieran rasgos orientales.

El argumento fue interesante, enriquecido por el rico vestuario y el maquillaje de la protagonista, que para representar a una mujer japonesa, se sometía al tormento del constante estiramiento de sus ojos y por sí misma aprendió bailes propios de la cultura del Japón que interpretó con un gusto altamente refinado, luciendo muchos extraordinarios kimonos y hermosas pelucas.

Con este y varios otras tramas inició al auge de las telenovelas mexicanas en el exterior, tanto que muchos actores de Argentina, Chile, Cuba, Colombia, España, Venezuela, y algunos de Brasil, han venido a nuestro país a probar suerte y han logrado un gran éxito. Así mismo, muchas actrices de diversas nacionalidades, han ganado un lugar en la preferencia del público. Paradoja es que la nueva versión de “Muchacha Italiana Viene a Casarse”, es interpretada por una bonita actriz cubana.

Usualmente, los y las protagonistas son carilindos, pero la novela es reforzada con la actuación de reconocidos actores y actrices, que en muchos casos han forjado brillantes carreras en el teatro o cine. En contraste, pocas “estrellas” de telenovelas han hecho historia fuera de la televisión.  Claro, hay respetables excepciones.

Esta industria se ha extendido. En Miami, Florida, USA, se creó el centro de las telenovelas actuales para Latinoamérica. Ahí radican muchos actores y actrices “hispanos” para facilitar su contratación pues dicha ciudad se ha convertido en un polo de acción muy poderoso e influyente. Infinidad de artistas mexicanos han trabajado en producciones novelescas en Argentina y en Colombia, así como en el propio Miami.

En paralelo, se ha desarrollado la “industria del chisme” mediante programas y revistas, cuyos protagonistas son los galanes y damiselas, en especial los que están de moda. Muchos paparazzi subsisten gracias a sus “exclusivas”.  Igualmente, se popularizan canciones que son tema de telenovela.

También en México se han transmitido exitosas telenovelas colombianas (Betty la fea o Café con Aroma de Mujer), o brasileñas (El Clon o Avenida Brasil) y de otras muchas nacionalidades. Varias han superado la marca mexicana.

Quizás piensas que paso demasiado tiempo frente al televisor. Lo cierto es que tuve que empaparme del tema por un trabajo de comunicación.  Leí bastante literatura al respecto pero la actualidad me ha rebasado.

He sentido temor ante la proliferación de series en las que el protagonista es un narcotraficante. Dramatizaciones en las que hay mucho balazo y muertes. Los personajes son idealizados y a mi parecer es arriesgado ”ver su lado bueno”. Así también, el lenguaje se ha vuelto más brusco y grosero. Además, abundan escenas de violencia y sexo, lo cual no me espanta, pero creo que se desarrollan en un horario familiar y los niños están a la expectativa.

Prueba de ello es que una de mis jóvenes alumnas de la clase de inglés, me platicó que su hermanita de cinco años tomó una escoba como arma para amenazar a sus amiguitos al grito de, “¡soy la mujer del vendaval!”, aludiendo al personaje agreste de una mujer que defendía su finca a base de correr a invasores a punta de rifle, en una telenovela.

Así como han sido radicales los cambios en la apariencia de los aparatos de radio y televisores, atrás quedaron las ingenuas radio y tele-novelas, en las que la trama era más simple.

En el presente, parece ser que estamos al final de la era de las telenovelas, a pesar de haberse diversificado para captar público juvenil e infantil, así como para quienes gustan de la comedia ligera. Se dice que la gente prefiere hoy las series de pocos capítulos con alto grado de dramatismo y que ya no es rentable realizar telenovelas de más de cincuenta capítulos. Me pregunto si será cierto que toda una época está quedando atrás.

Cony Ureña,
Septiembre de 2016                                                                                         

Nota:  Varios datos de “El Pecado de Oyuki”, provienen de Wikipedia.