Hace poco supe del fallecimiento de José
Antonio Cossío, actor de radio-novelas. Poseía una voz muy agradable que
elevaba el romanticismo de las series que mi mamá escuchaba de lunes a viernes
por las mañanas. Aún recuerdo su prisa por regresar a casa una vez hechas las
compras y mientras cocinaba y realizaba sus quehaceres, escuchaba embelesada el
desarrollo de su novela predilecta, en la que “casualmente” el protagonista era
dicho actor, quien también fue un gran declamador.
Personajes como San Martín de Porres, San
Felipe de Jesús y Hernán Cortés, entre muchos otros, cobraban vida en la voz de
ese José Antonio a quien mi mamá tanto admiraba y, guiándose por la voz,
aseguraba que era muy guapo.
En la radio, escuché biografías noveladas que
influyeron en mi aprendizaje e imaginación. Ponía atención a la vida de Mozart
y otras que rememoraban la vida de los atormentados Franz Lizst, Chopin, y
Chaikovsky.
Recuerdo también varias
obras como Alicia en el País de las Maravillas o Cumbres Borrascosas, así como
algunas más populares y llenas de romanticismo como Una Flor en el Pantano.
Asimismo, me acuerdo de los radio-teatros (Cumbres Borrascosas, El Conde de
Montecristo, Lo que el Viento se Llevó). En todas estas realizaciones se
dramatizaba sus escenas con selectos pasajes de música clásica, aunque en esos
días yo no lo sabía.
Por las noches, las series eran de suspenso.
Juntos, mis padres y sus hijos (siempre y cuando no nos quedáramos dormidos),
escuchábamos “Apague la Luz y Escuche”, “La Policía siempre Vigila”, “El Halcón
Maltés”; aunque también había programas divertidos como las andanzas de cómicos
similares a El Gordo y El Flaco, según me enteré varios años después. Mi
espacio preferido se transmitía temprano, “La Hora de Cri-Cri”; con cuyas
canciones, que aún suenan en mi memoria, mi mamá despertaba a sus hijos.
Volviendo al ídolo de mi madre, con la
popularización de la televisión, él no trascendió. Las novelas entonces fueron
protagonizadas por hombres con mayor presencia escénica. Pronto mi progenitora se aficionó a la gran
novedad que significaba ver desde casa, mediante ese maravilloso aparato marca
Telefunken, a los actores de los que antes sólo conocía su voz.
La hermosa señora Julia se decepcionó al
darse cuenta que no siempre una bella voz corresponde a la gallardía. Al igual,
pocas de las grandes actrices radiofónicas tuvieron suerte de acceder al “boom”
telenovelesco.
Mención aparte merece el caso del actor que
en la radio protagonizaba “Kaliman, el hombre increíble”. La voz del actor era
profunda y muy atractiva. En la
televisión tuvo que dedicarse a conducir programas de concursos.
Sólo hubo una queja, al estar viendo la tele,
mi mamá ya no podía realizar sus labores caseras. Sin embargo, su afición a las
telenovelas perduró por el resto de sus días.
Mi madre, como muchas féminas de su
generación y su condición social, eran “sólo amas de casa”, que únicamente
salían a hacer las compras, llevaban y traían a sus niños de la escuela. Sus
múltiples actividades las realizaban dentro del hogar. Mi padre se encargaba de
efectuar los pagos de agua, luz, impuestos, etc. y daba a guardar a mamá los
comprobantes.
Muchas veces he oído las críticas sobre el
apego a las telenovelas; mas comprendo el por qué muchas señoras se
aficionaron. En varios casos, era su única diversión y para mi madre, después
de que sus hijos crecieron y perdió a su esposo, su cotidiano esparcimiento
consistió en ver las diferentes telenovelas; así que un buen tema de
conversación era preguntarle qué le parecía tal o cual trama, qué actor le
gustaba, cuál le desagradaba, cuál era su telenovela predilecta.
Sé que como mi progenitora, muchas mujeres
fueron así; leían de vez en cuando y realizaban otras actividades recreativas,
pero la verdad, es que “les ganaba” la afición por la tele.
Pues bien, las famosas telenovelas se
convirtieron en una industria mexicana a nivel mundial, enriquecieron a sus
productores, popularizaron a actores y actrices en países lejanos a México, que
es sorprendente saber lo populares que fueron varios de estos artistas en
Rusia, Italia o Japón, por ejemplo.
Se dice que el día en que una telenovela de
gran impacto finalizaba, México se paralizaba para ver la tele y conocer la
culminación del argumento, que muchas veces había tenido al borde de los
nervios a muchas mexicanas y bastantes mexicanos, aunque los señores lo
negaran. Sé que mucha gente niega su
afición a las telenovelas; las consideran poco intelectuales, pero afirmo que
hay bastantes personas que disfrutan secretamente de este pasatiempo.
Me llama la atención que subliminarmente se
promueva el tequila en las telenovelas. Si tal o cual personaje está feliz,
bebe tequila; si está decepcionado, bebe tequila y a veces echa bala en
consecuencia. Creo que es un comercial encubierto a la bebida mexicana por
excelencia, ya que su publicidad en “los medios” está prohibida desde hace
tiempo; igual pasa con los cigarros.
Muchos de los argumentos de las telenovelas
se parecen. Se crean conflictos por no revelar secretos, no aclarar malos
entendidos, envidias, celos y sobre todo, por obstaculizar el amor entre una
mujer muy bella pero pobre, con un hombre guapo y rico.
Se dramatizan todas las peripecias de los
malos contra los buenos, todo mundo se conoce entre sí y al final se aclara el
panorama y la pareja central es feliz para siempre, ya no está amenazada por
los villanos y estos reciben un castigo ejemplar.
Hace años, las telenovelas se empezaron a
grabar en “sets” montados para tal o cual escena, después los productores
alquilaron enormes y lujosas casas para crear mayor realismo. Fue hasta
relativamente hace poco que estas obras se graban en escenarios naturales.
Así, es loable que se den a conocer
magníficos sitios del interior de México y se grabe, por ejemplo, en haciendas
o fincas rodeadas de espléndidos paisajes. Igualmente, antes los directores
generales, de escena, jefes de piso y técnicos eran de origen televisivo;
ahora, la mayoría, provienen de la industria cinematográfica y del teatro
quienes imprimen sus particulares experiencias y visión a estas obras
televisivas.
Ejemplo de ello fue, El Pecado de Oyuki,
telenovela de 1988, para la que la producción creyó más factible construir
algunas calles de Tokio y otras ciudades de Japón en los alrededores de nuestra
ciudad. Lograron recrear varios barrios de la capital japonesa y hasta un gran
templo. Se crearon calles completas, con postes de luz, señalamientos,
pavimento, una simulación del Tren Bala y se consiguieron automóviles con el
volante en el lado derecho.
El templo era la construcción más alta, con
40 metros de altura; se desmanteló al término de las grabaciones. Los
exteriores se grabaron en Japón al final de la grabación en México y luego se
ensamblaron a las escenas en el proceso de edición. En Cuernavaca, también se
grabó un gran porcentaje de la telenovela donde estaba construida una “villa
nipona”.
Con ello, se “trasladó” al teleauditorio
hasta el país del sol naciente. Asimismo, actuaron infinidad de “extras”, que
eran contratados siempre que sus facciones tuvieran rasgos orientales.
El argumento fue interesante, enriquecido por
el rico vestuario y el maquillaje de la protagonista, que para representar a
una mujer japonesa, se sometía al tormento del constante estiramiento de sus
ojos y por sí misma aprendió bailes propios de la cultura del Japón que
interpretó con un gusto altamente refinado, luciendo muchos extraordinarios
kimonos y hermosas pelucas.
Con este y varios otras tramas inició al auge
de las telenovelas mexicanas en el exterior, tanto que muchos actores de
Argentina, Chile, Cuba, Colombia, España, Venezuela, y algunos de Brasil, han
venido a nuestro país a probar suerte y han logrado un gran éxito. Así mismo,
muchas actrices de diversas nacionalidades, han ganado un lugar en la
preferencia del público. Paradoja es que la nueva versión de “Muchacha Italiana
Viene a Casarse”, es interpretada por una bonita actriz cubana.
Usualmente, los y las protagonistas son
carilindos, pero la novela es reforzada con la actuación de reconocidos actores
y actrices, que en muchos casos han forjado brillantes carreras en el teatro o
cine. En contraste, pocas “estrellas” de telenovelas han hecho historia fuera
de la televisión. Claro, hay respetables
excepciones.
Esta industria se ha extendido. En Miami,
Florida, USA, se creó el centro de las telenovelas actuales para Latinoamérica. Ahí
radican muchos actores y actrices “hispanos” para facilitar su contratación
pues dicha ciudad se ha convertido en un polo de acción muy poderoso e
influyente. Infinidad de artistas mexicanos han trabajado en producciones
novelescas en Argentina y en Colombia, así como en el propio Miami.
En paralelo, se ha desarrollado la “industria
del chisme” mediante programas y revistas, cuyos protagonistas son los galanes
y damiselas, en especial los que están de moda. Muchos paparazzi subsisten
gracias a sus “exclusivas”. Igualmente,
se popularizan canciones que son tema de telenovela.
También en México se han transmitido exitosas
telenovelas colombianas (Betty la fea o Café con Aroma de Mujer), o brasileñas
(El Clon o Avenida Brasil) y de otras muchas nacionalidades. Varias han
superado la marca mexicana.
Quizás piensas que paso demasiado tiempo
frente al televisor. Lo cierto es que tuve que empaparme del tema por un
trabajo de comunicación. Leí bastante
literatura al respecto pero la actualidad me ha rebasado.
He sentido temor ante la proliferación de
series en las que el protagonista es un narcotraficante. Dramatizaciones en las
que hay mucho balazo y muertes. Los personajes son idealizados y a mi parecer
es arriesgado ”ver su lado bueno”. Así también, el lenguaje se ha vuelto más
brusco y grosero. Además, abundan escenas de violencia y sexo, lo cual no me
espanta, pero creo que se desarrollan en un horario familiar y los niños están
a la expectativa.
Prueba de ello es que una de mis jóvenes
alumnas de la clase de inglés, me platicó que su hermanita de cinco años tomó
una escoba como arma para amenazar a sus amiguitos al grito de, “¡soy la mujer
del vendaval!”, aludiendo al personaje agreste de una mujer que defendía su
finca a base de correr a invasores a punta de rifle, en una telenovela.
Así como han sido radicales los cambios en la
apariencia de los aparatos de radio y televisores, atrás quedaron las ingenuas
radio y tele-novelas, en las que la trama era más simple.
En el presente, parece ser que estamos al
final de la era de las telenovelas, a pesar de haberse diversificado para
captar público juvenil e infantil, así como para quienes gustan de la comedia
ligera. Se dice que la gente prefiere hoy las series de pocos capítulos con
alto grado de dramatismo y que ya no es rentable realizar telenovelas de más de
cincuenta capítulos. Me pregunto si será cierto que toda una época está quedando
atrás.
Cony Ureña,
Septiembre de 2016
Nota: Varios datos de “El Pecado de Oyuki”,
provienen de Wikipedia.
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