martes, 7 de abril de 2015

4 - ASI TE CUENTO DE LA REINA DE LA PRIMAVERA






¿Recuerdas que desde hace tiempo quiero platicarte de mi hermana Maru? Ella se inscribió en un grupo de la tercera edad. Le preguntamos porqué si apenas tenía 53 años en ese 2013; “bueno, me gusta estar entre la gente mayor para alegrarla”, fue su respuesta. 

Aún recuerdo cuando nació Maru, por el asombro que causaron su pelo rubio, su piel muy blanca y sus lindas facciones.  La abuelita dijo que maru se parecía a la bisabuela y opinó que la recién nacida debería llamarse María Luisa.  Yo la veía con cierto recelo pues estaba tan bonita que pensé que en adelante ella sería la consentida de la casa y de la familia entera.

Al pasar de bebé a niña me gustaba peinar sus largos y claros cabellos, haciéndole trenzas.  Maru era dulce y muy risueña.

Cuando visitábamos la casa de la abue a los demás hermanos casi nos recibían con indiferencia, pero a maru le prodigaban más atención y cariño. No me quejaba porque antes había gozado también de esos privilegios, pero desde que nació maru todos en la familia decían, “¡qué bonita es!”.

Ya te había platicado que empecé a trabajar a mis 14 años y, no es por presumir, pero en aquel entonces traté de proveer a mis hermanas bonitos vestidos, zapatos u otros satisfactores, como aquel abrigo que le compré a tere.  Con mi primera cámara fotográfica, llevé a Paty y Maru a un campo cercano a una laguna, no lejos de casa. Tomé varias fotografías especialmente de Maru; lastimosamente, con el tiempo se perdieron.  Hubo una en particular de Maru sentada en un largo y frondoso tronco que estaba recostado en la yerba. Mi hermanita siempre estaba de buen humor y sonriente.

Por mi trabajo y porque estaba construyéndome una clase de vida que creía mejor, pasaba mucho tiempo fuera de casa. Mis hermanas que aún iban a la primaria, se unieron más entre ellas y Maru fue muy cercana a Yola, que es la que sigue de mi en la larga fila de hermanas y hermanos. Como te había dicho, ¡éramos diez!

Un sábado arreglé a Maru para algo especial. Fuimos a que conociera a aquel famoso cantante quien recibía a sus fans en el jardín de su casa.  Ese personaje comentó que mi hermana y yo éramos igualitas. ¡me sentí muy halagada!

Y como sabes, Maru salió de la casa paterna a los 15 años para vivir con José Luis, el único hombre en su vida. Cuando hablé con él me tranquilizaron sus palabras … “no tenemos mucho, pero nos tenemos el uno al otro y esto es para toda la vida”. Hasta la fecha viven muy unidos.  Pronto “encargaron” su primer hijo, cuando mi hermana aún usaba calcetas.  Después de Luis, llegó Nancy, quien como has visto está convertida en una mujer que parece modelo; después Chuy, un hombre esbelto y guapo como su hermano mayor; enseguida la preciosa Karla –quien ya sabes, ha sido mi compañera de viajes a lugares y a nuestro propio interior, pero esa es otra historia–. Por último llegó la bellísima Stefany, cuyo carácter fuerte y dominante de adolescente, atrajo hacia ella misma y a la familia algunas consternaciones, mas en la actualidad, como te he platicado, es una admirable profesionista, linda esposa y además madre de Carlitos (un niño extraordinario), así como de Camilita, quien ha heredado la hermosura de su mamá y, en parte, también su carácter. También mi relación con Stefany es otra historia …

Después de que sus hijos crecieron, Maru estudió la carrera secretarial. Mi cuñado le pidió que no trabajara fuera de casa pero ella se las ingenió para colaborar en la escuela de sus hijos y también aprendió a crear verdaderas obras de arte en tarjetería, pintura en tela, pero sobre todo con la técnica del popotillo ... Mira, aquí está una de sus obras.

Cada uno de sus hijos ha tenido su propia historia en la que Maru ha sido parte importante, como cuando nació Carlitos, quien como te decía, es hijo de Stefany, quien se embarazó a los 16 años.  La historia de Carlitos y lo que ha significado para toda la familia es también capítulo aparte y muy relevante en mi vida; ya te he contado algunos detalles.

Bueno, me aparté de lo que inicialmente te quiero contar. La integración de Maru a un grupo de la tercera edad al cual lleva su alegría y aporta su gusto por el baile y el canto. Además es líder, de los que imponen sus ideas sin que los demás se den cuenta.

En específico, te comento lo que pasó el 21 de marzo del año pasado. Días antes Maru organizó a sus compañeras para que participaran en el concurso “reina de la primavera de la tercera edad” del área donde viven. Las compañeras no querían participar pues consideraban que ya no tenían la suficiente belleza ni presencia y no querían hacer el ridículo.

Maru ya se había fijado en una señora un tanto gruñona llamada Alicia, quien hacía comentarios desagradables respecto a las actividades de costura, pintura y cerámica a las que también se dedica el grupo, pero cuando participaron en un bailable, Maru se dio cuenta de que Alicia bailaba bien, aunque al parecer no le gustaba participar en nada; sin embargo, asistía al grupo para no estar en su casa padeciendo el carácter de su esposo quien aún en la tercera edad la cela y la insulta constantemente.

Maru propuso que alicia fuera la reina del grupo y concursara con las demás reinas de otros grupos.  Fue difícil convencer a las demás y más aún a Alicia pues pretextaba que de su familia, nadie la apoyaría. Maru le recomendó que no dijera nada y que antes del 21 de marzo sacara de su casa el vestido que iba a usar en el concurso. Maru la maquillaría.  La señora dijo que lo iba a pensar y por primera vez mi hermana vio cómo se dibujaba una sonrisa en la cara adusta de la amiga que estaba conquistando.

Para la siguiente reunión Alicia trajo un cetro y una corona que conservaba de una nieta. Le pidió a Maru que  los guardara para el gran día. Después trajo el vestido largo que usaría en el concurso. Maru lo adornó un poco más.

En la gran fecha, Alicia llegó a casa de Maru para que la peinara, la maquillara, le colocara la corona y le enseñara cómo llevar el cetro. Pero sobre todo Maru la animó, porque en el concurso habría que dirigir unas palabras. Alicia temblaba y parecía que iba a llorar.  Maru la animó para que dijera “buenos días, soy xxxx y como su reina represento al grupo xxxx “.

Entre 7 señoras, la amiga de Maru quedó como princesa. Entre las autoridades ahí presentes estuvieron varios señores que fueron animados para ser los chambelanes de la reina y las princesas.  Alicia bailó mucho y hubo momentos en que Maru oyó sus risas y hasta carcajadas de alegría.

Desde ese día  alicia se muestra más alegre, dice que ya “se le resbalan” los insultos de su esposo, participa más en las actividades del grupo y en otros festivales baila hasta cansarse.

¿qué te parece mi pequeño homenaje para mi hermanita maru?, ella está bendecida con el don de la alegría de la que hace gala, es entusiasta por naturaleza, líder de su grupo y de su familia. Donde quiera que se presenta el lugar se ilumina con su presencia y cuando noto el efecto que causa en las demás personas, me siento orgullosa y doy gracias a dios por haberme dado una hermana así.

Por último, comento que mi cuñado José Luis me dijo hace poco que cuando regresa agotado a casa, a veces desanimado por los rechazos que recibe, porque al pasar de los años su trabajo como herrero no es tan valorado como antes, maru siempre lo recibe con una sonrisa, le hace alguna broma, lo abraza calurosamente y habla con él con tanta afabilidad que él olvida las vicisitudes del día y se siente muy feliz de estar en ese hogar que desde hace tantos años fundó con mi hermana.

Así piensa su marido y así lo siento yo, no porque maru sea mi hermana, sino porque a lo largo de nuestras vidas he atestiguado que ella es una de esas personas especiales que cuando cruzan por el camino de alguien dejan una huella inolvidable; así te cuento de Maru, mi querida hermana.

CONY UREÑA

MARZO DE 2015

3 - ASI TE CUENTO DE CAYETANO



¿Cómo? ¿No recuerdas que a mediados del año pasado se difundió la historia de Cayetano?  En las redes sociales y por televisión hubo un vÍdeo en el que se apreciaba a un perro corriendo tras un automóvil que circulaba lentamente por un transitado eje vial, conducía una mujer con visera, de esas que no cubren la coronilla.

Recordarás que ese vídeo, transmitido por los tele noticieros, levantó una enorme cantidad de comentarios pues su creador afirmaba que la mujer había bajado a su perro del auto para abandonarlo.

El hombre que filmó el suceso, siguió a la mujer en cuestión, provocó que se detuviera, le avisó que su perro la venía siguiendo, que era una vida la que estaba abandonando, etc.  Inaudible la respuesta de la dama quien al parecer aseguró que el can no era suyo, que no lo estaba abandonando pero que sí se dio cuenta de que la venía siguiendo, por eso manejaba despacio.

A esa altura del vídeo, el perro ya había alcanzado a los dos autos y sentado en el asfalto era testigo de la conversación entre el filmador y su supuesta dueña, quien tan pronto se  “subió” la filmación a la red y se comentó en la TV, fue prácticamente crucificada por la opinión pública que frecuenta YouTube, Twitter, Facebook y por supuesto la TV.

Si el vídeo no mostró más allá de la conversación, ¿por qué causó tanto revuelo y el enojo del auditorio?  Hasta hubo quienes identificaron a la dama en cuestión, la molestaron en su trabajo y fueron a su casa a arrojar tomates y huevos, además de gritarle insultos.

Pero, ¿dónde estaba el perrito?  En el vídeo se pudo apreciar que al parecer la mujer había tenido que regresar a su domicilio con el can ya dentro del auto.

Después de tanto alboroto en las redes sociales, estarás de acuerdo que esto muestra una vez más el poder de convocatoria de estos medios, pues la gente seguía condenando la conducta de la supuesta dueña de Cayetano.  Sí, así se llama el perrito de esta historia ... ¿ahora sí lo recuerdas?

Yo me enteré de su nombre, cuando la joven responsable real del bienestar de Cayetano fue entrevistada telefónicamente y al día siguiente apareció en los noticieros matutinos.  Explicó que el can había sido callejero y fue adoptado por la comunidad porque llegó a la privada donde esta muchacha y sus vecinos habitan; que por lo regular iba de casa en casa para comer o para dormir. Sin embargo, esta joven era quien tenía más contacto con la mascota y lo había llevado a vacunar.

Aceptó que Cayetano estaba mal domesticado; por ejemplo, si se encontraba en un patio y abrían el portón hacia la calle, no perdía la ocasión para salir “disparado como bala”.  La joven afirmó que por más que trataba de que Cayetano se asentara en un lugar fijo, al perrito le gustaba más el ir y venir por todas las casas de la privada.

También afirmó una y otra vez que Cayetano estaba vacunado y esterilizado, así como bien cuidado y alimentado.

Las apariciones de la joven en la TV se debieron a que pedía de manera encarecida que dejaran de culpar y molestar a la señora del vídeo, quien a su vez declaró,  por conducto  de la señorita, que esa mañana había salido a caminar en compañía de Cayetano.  Al abordar su automóvil el perro empezó a seguirla, más que nada porque es un perro fiel.

Además, al tercer día del incidente, las autoridades ya se habían llevado a Cayetano y la joven deseaba recuperarlo y hacerse, de una vez por todas, responsable del can, atenderlo y sobre todo domesticarlo.  Todos nos preguntamos cómo fue posible tan pronta reacción de las autoridades. Ah, dices bien:  el poder mediático.

Las televisoras presentaron en vivo a esta joven que habló y se desenvolvió bien ante las cámaras, convincente, preocupada y lastimada porque le quitaron a Cayetano,  bautizado con ese nombre porque procedía de la calle.

Mas no fue solo presentar a la joven y, ¿no te parece el colmo fue que las televisoras también la acompañaron a tramitar su solicitud para que le devolvieran a Cayetano? El trámite se prolongó varios días, pero "los medios" nos mantuvieron al tanto del avance de esas gestiones. Así como las reacciones de las diversas asociaciones protectoras de animales, que contribuyeron a realzar este singular acontecimiento.

Mientras tanto en la red, muchas de las personas que habían subido a su propia página el famoso vídeo, pensaban seriamente en eliminarlo o de plano ya lo habían desaparecido, pero ahora se divertían con la parodia de la filmación original, cuyos actores en este caso eran asimismo una señora (usando visera) y su novio,  quien era bajado  del auto en pleno arroyo vehicular; el hombre corría detrás del carro y lo alcanzaba hasta el momento de la confrontación de la conductora con quien estaba filmando. 

Así que la compasión despertada hacia el perro se convirtió en unas escenas de cómo puede una mujer maltratar a la pareja. Práctica con la que desde luego no concuerdo … ¿acaso, tú sí?

Lo último que se sabe, es que por presión de la “opinión pública” y de las televisoras, Cayetano fue devuelto sano y salvo a la joven que de ahí en adelante deberá responder por las acciones de su mascota.  Quizás contrate al Encantador de Perros, para que le muestre cómo debe tratar a Cayetano, el perro más famoso por lo menos en lo que se refiere al año pasado en la Ciudad de México.

Cony Ureña

Febrero de 2015.

2- ASI TE CUENTO DE UNA BELLA SEÑORA


Hace poco te dije que quiero contarte de mi abuelita paterna, aunque creo que este relato no es original porque muchos nietos, en todos los tiempos, se han reunido, y ojalá se sigan reuniendo, alrededor de sus abuelos para escuchar cuentos, historias, anécdotas, leyendas, etc., contadas por quienes sabían y saben agregar lo necesario para entretener a los niños.

Ya te he platicado que por mi abue conocí la leyenda de los volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl; también la del jinete que habiendo ido a la guerra, a su regreso encontró que su prometida había fallecido y cabalgó con ella muchos días y noches. Igualmente por ella, sus nietos nos enteramos de la existencia de los “nahuales” (seres humanos que hicieron un pacto con el innombrable y que pueden convertirse en lobos, caballos o serpientes). También nos contaba historias de brujas, aparecidos, de tesoros enterrados durante la Revolución y sobre esa etapa de la historia mexicana, es que -al paso del tiempo- he guardado en mi memoria lo que le sucedió a ella.

Mi abuelita nació en 1899 en una hacienda del estado de Tlaxcala, en la que se cultivaba el maguey que da su origen al pulque, maravillosa bebida que escuché decir a mi abuela “sólo le falta un gramo para ser carne, es bueno para alegrar al más triste y dulce como la miel, pero si se consume en exceso, la persona puede caer muy bajo pues el pulque lo inclina a mostrar sus peores instintos”.

Mi abuela creció con las mejores atenciones para las niñas “bien nacidas” de aquella época. Su padre, hijo de un español más mexicano que muchos mexicanos, la proveyó de todo lo necesario y le inculcó una buena educación.  Desde los cinco años, la hija menor del señor Ortega, empezó a tomar clases de piano y de buenos modales.  Un poco más adelante, de cocina, manualidades y todo lo que una niña de su alcurnia, debía aprender.

Poco nos hablaba mi abuela de sus hermanos mayores; rubios y de ojos azules. Ella tenía la piel muy blanca y el pelo negro. Sus ojos eran castaño claro.  En su juventud era de buena estatura que fue perdiendo con la edad y por las pesadas labores que tuvo que realizar de su adolescencia en adelante. 

Todo parecía fluir benigna y plácidamente en la vida de la niña Ortega que estaba siendo preparada para cuando se casara, quizás con el hijo de algún otro hacendado de la región quien tal vez tendría un automóvil, la sensación de aquel entonces, que asustaba a quienes creían que era un invento fuera del dominio de Dios.  Con el tiempo, probablemente también habrían de tener un teléfono, aparato que hacia correr despavoridos a quienes creían que su ring-ring era el aviso de que había empezado el Apocalipsis.

El buen panorama cambió en noviembre de 1910 cuando  Francisco I. Madero declaró la guerra en contra de Porfirio Díaz. Se había iniciado la Revolución Mexicana.

El padre de mi abuela estaba tranquilo, en su hacienda se pagaba bien a los peones cuyos hijos iban a la escuela, construida por él, y había llevado a un buen maestro de la capital.

La terrible revolución se iba extendiendo en tiempo y horror por el enorme territorio mexicano y empezaron a surgir bandoleros que asaltaban y mataban sin ninguna consideración.  Así,  cada día corrió más fuerte el rumor de que los revolucionarios se acercaban a la hacienda de los Ortega, como a tantas otras propiedades, para enrolar a hombres y mujeres. Ellos para pelear contra los enemigos y ellas para servir de “soldaderas”.  Todos los pueblos por los que habían pasado los revolucionarios habían quedado devastados, de modo que quien poseía oro u otros tesoros, los enterraban para tratar de recuperarlos más adelante; encerraban a los jóvenes para que no se los llevaran, incluso construyeron refugios bajo tierra. Todo fue inútil,  la hacienda de mi bisabuelo fue saqueada y después incendiada. Mataron al señor Ortega y a su esposa. Se llevaron a sus hijos y también a la niña de 12 años que ya mostraba su juvenil belleza.

No recuerdo que mi abuela “se quebrara” cuando contaba su historia. Mi admiración por ella crece cuando la recuerdo tan fuerte, tan valiente, tan mujer.

Su vida había cambiado para siempre. De niña de la hacienda, pasó a ser la mujer de un soldado moreno, sonriente y dicharachero. Quién sabe por qué se la dejaron a él.  Mi abuela no nos contó si pasó de hombre en hombre hasta llegar con quien fue más tarde su único esposo y padre de sus hijos.

Durante esa revolución, los enrolados iban de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, guerreando y viviendo a salto de mata, hasta que en 1920 terminó el horror de ese levantamiento.

Mis abuelos se establecieron en la ciudad de Puebla.  Empezaron a llegar los hijos e hijas, todo en medio de la pobreza.  A fin de cuentas, la revolución no les dejó nada, absolutamente nada a los combatientes y mucho menos a sus soldaderas.  Había varios ejércitos; los mandamases pagaban a los soldados con billetes que solo eran reconocidos en su división castrense pues cada división emitió su propia “moneda”, que a los pobres no les servía de nada.

Mi abuela nunca mencionó si añoraba su vida en la hacienda; era una mujer curtida por los padecimientos y por más que trato de recordar, no viene a mi mente ninguna queja salida de su boca.  Su carácter era fuerte pero muy alegre; siempre tenía una palabra bondadosa y de aliento para los demás … aún siento su mirada de ternura y el calor que emanaba de su persona cuando la abrazábamos.  Ella enseñó a sus nietos el valor de un abrazo, una palabra de aliento y una caricia para los mejores o peores momentos.

Le gustaba bailar y cantar.  En las reuniones familiares era el alma de la fiesta.  Creo que esas características fueron los que salvaron su vida de la amargura y el desencanto.

¿Puedes creer que ella solita sacó a sus hijos adelante?, porque así fue. Mi abuelo se dedicó a la tauromaquia e iba y venía, sin hacerse cargo del hogar.  Mi abuelita empezó a vender mole poblano y arroz; envió a sus hijos a la escuela, les enseñó también a trabajar y los hizo hombres y mujeres de bien. También les construyó una casa por la que tuvo que batallar con los albañiles ya que el abuelo solo aparecía de vez en cuando, maltratado por las cornadas de los toros …  su mujer lo curaba;  pero una vez repuesto volvía a desaparecer.

Con el tiempo, sus hijos extendieron la familia que entera se trasladó a la capital del país, en busca de mejores oportunidades.  Aún, tuve la fortuna de nacer en Puebla y mis tres primeros años los viví en la casa de mi abuela, donde mis padres habían encontrado posada.  Así que, sin temor a equivocarme, fui una de sus nietas más cercanas.  Más adelante tomé el gusto de escuchar sus pláticas llenas de anécdotas y detalles de su infancia y aunque no conocí a mi bisabuelo, por esas charlas puedo visualizarlo como un señor alto, con pelo, barba y bigotes blancos, con sombrero y fumando un puro.

Mira esta foto, estoy con mi abuelita quien me acompañó en los festejos de mi salida de primaria. Ve cómo luce un vestido formal y abrigo y yo con mi primer atuendo de fiesta.  También años más tarde, me acompañó a la misa de mi graduación como profesionista.

Igual, recuerdo con gozo las vacaciones con ella pues te cuento que mi abue nos llevaba a Acapulco y fue así como conocí el mar, disfruté del sol de la playa y los baños con agua fría al regresar al hostal donde dormíamos el chiquillerío y la abuelita.  En especial recuerdo el día que nos llevó a Puerto Marqués y nos regresamos caminando por la carretera panorámica, mi abuelita iba cantando y sus nietos hacíamos los coros. Recogimos en el camino tantos limones que al llegar al hostal estábamos más cansados que nunca.

Con mi abuela aprendí a disfrutar los amaneceres en la playa Clavelitos, las puestas de sol en Pie de la Cuesta y a emocionarme con los clavados en La Quebrada, todo ello en el paraíso acapulqueño.  ¡Ah! y como ya sabes, no podíamos meternos al mar acabando de comer, teníamos que esperar una hora, los más largos 60 minutos que alguien se pueda imaginar.

Mis padres confiaban ciegamente en ella y me permitían pasar las vacaciones en su casa cuyos patios eran la delicia del nieterío los domingos y sobre todo en tiempo de las Posadas, Navidad y año nuevo.  Mi abuela tenía un “niño Dios”, al que amaba con toda su alma.  Con ella aprendí las tradiciones y también a levantar las ofrendas para los que ya se habían ido; sí, -bien lo sabes- entre las tradiciones heredadas de mi abue está la ofrenda que es un altar con frutas, platillos, agua, bebidas y dulces para que los difuntos lleguen a degustarlas. Nos decía que en noviembre los fallecidos tienen permiso para que en espíritu visiten la casa donde vivieron y vuelvan a tener el agrado de dar gusto a su paladar.

Otra tradición es la decembrina, de la que ya te platiqué largamente, por lo que no voy a repetir lo de las Posadas, Navidad y Año Nuevo.  Pero, lo que sí te cuento es que le gustaba mirarnos mientras jugábamos a “La Rueda de San Miguel”, “Doña Blanca”, “El Avión” y otros tantos juegos infantiles. A ver dime, ¿cuál era tu juego favorito?  El mío era brincar la reata.

Oh, volviendo a las celebraciones, ya te he comentado en mi niñez todos los festejos me parecían inventados por esa linda señora, bajita de estatura, de pelo blanco, con ojos llenos de vida en esa carita con muchas arrugas; sí, de esas arrugas que se forman por la risa y las carcajadas a todo pulmón.  En su casa celebrábamos el 21 de abril su cumpleaños y el 10 de mayo, el día de las madres; en ambas fechas le obsequiábamos rosas. Igualmente, varios de los nietos tuvimos la fortuna de que ahí se festejaran nuestros aniversarios. Mi abue cocinaba entonces un platillo especial y si en alguna reunión uno de los niños no quería comer, ella diagnosticaba que estaba enfermo, pues no era normal rechazar semejante delicia, tampoco creía bueno que alguien tomara un tónico para abrir el apetito, más bien recetaba tomarlo para hacer un “huequito” en el estómago para que cupiera el postre … 

Hubo un tiempo muy agradable en el que todo un ciclo escolar lo pasé en casa de mi abuela. Creo que esa etapa marcó mi carácter.  Ella era mi tutora, revisaba mis tareas y me ayudaba a dibujar. También me enseñó los rezos fundamentales de nuestra Fe y juntas íbamos a la iglesia.  De ella aprendí la devoción a Dios Nuestro Señor.  Igualmente, me inculcó a mirar a los ojos, saludar, pedir las cosas por favor y siempre dar las gracias, además de nunca contestar “de nada”, ni mucho menos “¿de qué?”, cuando se nos agradecía algo, sino aceptar esas “gracias”  con un “sí”, porque mi abue me explicaba que lo correcto es recibir la gracia de Dios.  También me cuidó cuando enfermé de amígdalas  y en las tardes veíamos algún programa en televisión.  Sonrío al recordar sus suspiros al ver a Roger Moore. Decía mi abuelita que era el hombre más guapo del mundo.

Por ella tome conciencia de mi primer y precoz enamoramiento porque sonrió pícaramente cuando le pregunté por qué pensaba yo tanto en “x” niño.  Y claro, fuimos cómplices porque yo no le dije a nadie que mi abuelita aguardaba con ansiedad el programa de su actor favorito, ni ella habló de mi gusto por ese compañerito de la escuela primaria.  Parecía una de sus hijas, pero no fue así, era algo más … era su nieta; y por ese motivo y otros más fuimos afines y entablamos una comunicación especial, incluso con la mirada. Su huella en mi ser es indeleble.

CONY UREÑA / Abril de 2015.