sábado, 18 de junio de 2016

14 - ASÍ TE CUENTO DE LA VID Y DEL QUESO






Habíamos esperado semanas para que llegara el último domingo de Mayo para irnos a la Feria del Vino y del Queso.  A las 5.30am ya me encontraba en la cocina preparando un lonche para el camino. Y, ¿cómo no?, también un rico café para estar bien despiertas para el viaje.

Mi hermana Tere y mi sobrina Alison se prepararon rápidamente para salir de esta casa antes de que el sol se asomara. Llegamos puntuales a la cita con el resto del grupo guiado por un joven amable.  El cielo empezó a colorearse y supimos que sería un día soleado, por ello llevábamos sombreros, gorras, sombrillas y mucho ánimo para divertirnos.

El camino para salir de la Ciudad de México se hace largo, pero pronto se empieza a ver el verde de los campos. Una parada en San Pedro, para desayunar, pero sobre todo, disfrutar del panorama.  Vinieron las primeras fotos y el gozo de estar cerca de nuestro destino: Tequisquiapan.

Si me preguntas el origen de ese nombre tan singular, te puedo decir que significa "lugar de tequesquite", y que Tequisquiapan es un término mexicano que quiere decir tierra baja tequexquitosa, donde abunda el salitre. Lo cual explica lo difícil que es cultivar esa área.

Recuerdo que en los tiempos de mi afición por la fiesta brava, conocía los nombres de las ganaderías asentadas en esos terruños; pero los he olvidado desde que me volví en contra de esos festejos.

Cerca de Tequisquiapan pudimos ver la Presa Centenario y disfrutar el verde de sus campos hasta llegar a los viñedos de una marca registrada no muy conocida aún. Nos recibieron con mucha amabilidad, disfrutamos de su jardín lleno de rosales en flor y al poco tiempo iniciamos el recorrido por los campos cultivados con la vid. 

Supimos lo que significa para Tequisquiapan ya que a principios de la década de los ‘60, se sembraron las primeras 120,000 plantas en 80 hectáreas. Estas plantas fueron desembarcadas en el puerto de Veracruz procedentes de Francia. 

En 1962 se incrementó el cultivo con 200,000 plantas hasta alcanzar 600,000 en 1040 hectáreas. El lugar, fue previamente seleccionado para sembrar los viñedos. Pionera en la zona, la industria vitivinícola introdujo las variedades de uvas conocidas como: ungi blanc, propia para la elaboración del brandy, de la cavernet sauvignon y granache para obtener los vinos de mesa como el tinto, blanco y rosado. 

Al final del recorrido fuimos invitados a degustar una copa de vino blanco, así como comprar cuantas botellas quisiéramos. Se descorchó para nosotras una botella de vino tinto.

Un dolor en el pie derecho, que me había impedido usar zapatos tenis, desapareció “milagrosamente” a causa de la degustación. También consumimos pan recién horneado y quesos para complementarla.

Previamente, cuando vimos los sembradíos de la vid, nos gustó la grata sorpresa que te brinda lo que de otra manera sería prácticamente un desierto, aunque sepamos que en la profundidad de su subsuelo hay ríos subterráneos que afloran en manantiales que ahora se han convertido en balnearios.

En ese municipio que, por alianza de indígenas y españoles, según lo leí en la Cédula de su fundación, "Esta población fue fundada el año 1551, por cédulas Reales de Carlos V y firmadas por el Virrey de la Nueva España y realizada por el conquistador español, el 24 de julio de 1551, acompañado de sus caudillos y capitanes.  


Se congregaron al despuntar el alba los indígenas Chichimecas y Otomíes en el lugar señalado para la instauración; se plantó una cruz y se formó con un montón de piedras y cubierto con yerbas y flores, un altar, donde un sacerdote celebró el santo sacrificio de la misa como acto oficial de la fundación".


Muchísimo tiempo después ocurrió lo que ahora nos llena de asombro:  La perseverancia por hacer vinos de altísima calidad. Aprovechando los conocimientos de expertos enólogos que sugirieron sembrar cepas que han dado como resultado el desarrollo exitoso de esa región, antes sin uso, tomando ventaja de su situación geográfica, el clima, la cantidad de lluvia y otros etcéteras que escapan a mi modesto conocimiento.

Con mi sobrina hablé del porqué es más alto el costo de los vinos nacionales, comparados con los vinos chilenos, californianos, españoles y algunos franceses, que llegan a nuestro país. Resulta que México no cuenta con el corcho necesario para taponar la botella adecuadamente; se tiene que importar, lo que encarece nuestros delicados vinos. 

También platicamos acerca de los otros lugares dentro de la República Mexicana, donde se cultiva la vid y nombramos principalmente Baja California (Valle de Guadalupe) y Parras, en el estado de Coahuila.

Desde luego, no somos expertas pero mi sobrina, junto con su mamá y esta su tía, disfrutamos del vino y los quesos.  Y, precisamente en ese momento del disfrute, vino a mi memoria aquel vino europeo y el queso amantequillado, disfrutados ambos en muy grata compañía.

Más fotos y muchas risas a causa del delicioso mareo que provocaron las dos copas que bebimos cada una.  Muy a lo lejos podía ver algunas montañas, cerca de nosotras esas plantas, que en esos días estaban aún por crecer, pocas nubes, mucho calor, búsqueda de sombra bajo los frondosos árboles.  


El guía nos iba explicando clara y sencillamente los cuidados que la vid necesita para fortalecerse, para dar sus maravillosos frutos que deben ser protegidos de las especies voladoras (observamos varias) como la urraca, el gorrión, torcaza, dominico, paloma silvestre y pájaro común. Las luciérnagas que antes abundaban y constituían un bello espectáculo natural, desaparecieron al igual que el pájaro carpintero; comentario que nos entristeció.


Igualmente, la explicación incluyó la manera en que se recolectan, el esmero de la gente que contribuye a ello, el cómo son tratadas las uvas para aprovechar su jugo y dónde se almacena para que al paso del tiempo se convierta en vino; también, cómo son catalogadas las calidades y el saber reconocer cuál cosecha merece ser llevado su año en la etiqueta de la botella de vino. 

Creo que después de haber escuchado esas enseñanzas, nuestra degustación fue más  sabrosa.

Para mí fue muy satisfactorio ver que después de nuestro grupo llegaban otros más. Sobre todo porque el turismo no tiene oportunidad de causar destrozos en los viñedos, tal como tristemente lo hace en algunos santuarios naturales que los mexicanos deberíamos preservar, pues son nuestro patrimonio.

Al salir del viñedo, nos dirigimos al centro histórico de Tequisquiapan, pueblo mágico, de clima templado, con algunas minas de ópalo que aún están funcionando en sus alrededores. 

Lugar afamado también por la gran variedad de su producción de quesos y desde luego, con vocación turística, que en ese domingo y supongo todos los fines de semana y días festivos, se engalana con la presencia de vendedoras indígenas, que ofrecen frutas, flores, artesanías.  

Sus vestidos tradicionales, son realmente maravillosos por sus colores y bordados. Sus rostros llenos de esa belleza para mí casi infantil, enmarcados por su pelo lustrosamente oscuro, de largas trenzas.

Los hombres visten casual y ofrecen principalmente plantas y frutas. Compré una cajita de zarzamoras recién recolectadas por un precio muy bajo.  Mi hermana me obsequió una plantita que continúa creciendo en casa.

Comimos en un restaurant pequeño y agradable. La gente de nuestra provincia es muy gentil y servicial. Cierto que muchos de sus ingresos provienen del turismo, pero su calidez es excepcional.

Ahora sí, con energías renovadas nos dirigimos al Jardín de La Pila (fuente), donde se encontraban los “stands” de vinos y quesos. La gente se aglomeraba, atropellándose unos con otros, en lo que podíamos ver de su interior. 
Decidimos no entrar porque habría corrida de toros y un palenque (peleas de gallos); eventos a los que preferimos no asistir.

Hubiéramos podido rentar caballos para recorrer el pueblo mágico pero preferimos subir a un pequeño tren que nos llevó a los lugares más emblemáticos de Tequisquiapan. 

El conductor nos iba señalando y dando explicaciones de esos sitios. Lo hizo de una manera muy simpática, platicándonos las leyendas de duendes, “la Llorona” y del agua que es curativa y rejuvenecedora; un “plus” del hermoso recorrido. Además nos llevó a las tiendas más famosas donde volvimos a degustar los ricos quesos y comprar algunos más.

Después a pie, llegamos al corazón de ese poblado, con su kiosco, su jardín y la imponente parroquia de la Virgen de la Asunción a la cual entramos para dar las gracias a Dios por este bello paseo y admirar la escultura, precisamente, de la Virgen Patrona del lugar y del Cristo Camino del Calvario, obras de impresionante belleza.

Al salir de la parroquia, en esa plaza pudimos ver la gran variedad de vestimenta entre turistas, lugareños e indígenas. Estos últimos ofrecían sus mercancías que iban desde dulces y paletas de hielo, hasta coronas de flores y rebozos.

Afuera de un restaurant empezó a tocar una banda de rock. Música de The Beatles, particularmente. Los músicos cantaban y tocaban con gran entusiasmo, vestidos a la moda del Sargento Pimienta, lo cual (aunque no lo parezca) se complementaba con los vestidos de las bellas mujeres indígenas vendedoras, que circulaban alrededor de la plaza.

En el césped mi sobrina se recostó y se quedó dormida, mientras mi hermana y yo teorizábamos acerca de las diferentes religiones que hemos conocido y concordábamos en nuestra creencia de que Dios está más allá de cualquier religión pero que éstas son totalmente respetables.

La hora de la cita para retornar al punto de reunión de nuestro grupo llegó. Con nuestras compras en mano abordamos la camioneta que nos trajo de regreso a la megalópolis. 

Un solo día, unas cuantas horas de escape a un lugar donde, como dijo mi hermanita, “se respira más a gusto”, donde el verde de los campos, lo multicolor de las vestimentas indígenas, la comida, queso y vino deliciosos, nos dejó sinceramente un grato sabor de boca.

Quedamos invitadas para regresar a la Vendimia en el viñedo que visitamos; una fiesta en la que con los pies descalzos se aplasta la uva para deleite de las vendimieras y los espectadores. 

Aclaración hecha de que ese jugo no va a reposo, sino servirá para regar los campos de la vid que, al menos en mi mente, perdurarán por siempre porque no había habido la ocasión en que he disfrutado con mi hermana de estos paseos y como decimos por aquí, “es la primera, pero no la última”, primero Dios.

Y mientras llega ese día, quedé prendada de la canción que alguien inspirado dedicó a Tequisquiapan.

“Quiero cantarte Tequis querido,
pueblito lleno de ensoñación
y a tus mujeres que son tan lindas,
que son tan dignas de admiración.
Cuando amanece en este pueblito,
cuando lo alumbra ese grande sol.
Son las mañanas esplendorosas,
en este Tequis bendito de Dios.”


NOTA:  Muchos de los datos los obtuve de Internet. Las vivencias, esas sí que son sólo mías.

CopyrightConnieUreñaCuellar

lunes, 13 de junio de 2016

13 - ASÍ TE CUENTO DE ALGUNOS ÁNGELES






Desde la infancia, me enseñaron mis mayores y nuestra religión que existen los ángeles y el privilegio de tener cada quien, un Ángel de la Guarda, entidad que como su nombre lo dice, está a cargo de guardarnos de todo peligro, en todo momento. Que él se aburre cuando no usamos sus servicios y que además hay ángeles para todo y para todos; que puedes pedir ayuda a los ángeles custodios, por ejemplo, para que resguarden tus pertenencias en lo que regresas a hacerte cargo; inclusive, puedes “encomendarles” el cuidado de personas.

Recién vi un vídeo en el que aparentemente dos ángeles están volando entre las nubes, algo que es un fraude total y que en YouTube aparece cómo se realizó el truco.

Y como te dije, desde mi niñez había leído y oído que los ángeles se transforman en personas o al menos se comunican telepáticamente para inclinar a los humanos a realizar una buena acción. En varias ocasiones he creído recibir “alertas” a las que no he hecho caso y he pensado que ello me ha traído algunas consecuencias. Esas alertas las he interpretado provenientes de los ángeles.

Mi primer recuerdo acerca de los ángeles es cuando mis padres me llevaron al Santuario de Los Remedios, lugar situado cerca de la ciudad de México, donde hay una gigantesca estatua del Arcángel San Miguel, representando su triunfo contra el innombrable. 

Cuando miré la estatua dije: “miren, “¡ahí está mi amigo Miguel!”. Mis papás y demás familiares se rieron, risa que no comprendí porque  mi expresión era cierta. Lamento que con el paso del tiempo haya olvidado por qué consideraba al Arcángel San Miguel amigo mío; y para mí es inexplicable porqué sabía su nombre.

Varias décadas después, cuando mi sobrino nieto Carlitos tenía cuatro años, estábamos viendo varias estampas; entre ellas, la del Arcángel San Miguel. Carlitos la separó  y me la mostró. Dijo, “este muchacho es el que cuida mi escuela”. Le pregunté, “¿cómo se llama?”. El niño sólo sonrió.  Pregunté a la mamá de Carlitos y a su abuelita si ellas le habían hablado del Arcángel San Miguel y no recordaron haberlo hecho.

Puede haber muchísimas explicaciones para estas experiencias, pero mi corazón se acelera cuando reparo en esta cuestión.

Una mañana entré a un local de libros esotéricos. Ahí  vi un letrero que anunciaba un “Curso de Ángeles”, me inscribí y en las clases aprendí que hay ángeles, arcángeles, principados, virtudes, potestades, denominaciones, tronos, querubines, serafines y que cada legión tiene tareas específicas.

Ese curso se desarrollaba media hora después de mi salida de la oficina, así que me apresuraba para llegar a tiempo. Una tarde llegué a la clase con atraso. Abrí con cuidado la puerta para entrar, me senté en el último asiento; mis puntuales compañeros me daban la espalda. Escuche que la maestra decía: “Estamos rodeados de ángeles”. Una compañera dijo, “sí, los puedo sentir”.  En mis adentros me burlé de esa expresión diciéndome mentalmente “sí, ¡cómo no!”. Enseguida sentí un roce en mi mejilla derecha, como cuando te pasan una hoja de papel por la piel, como si sintieras que una mariposa te toca, como cuando sientes el roce de una pluma de ave … muy sorprendida volteé a mi derecha, a mi izquierda, me levanté del asiento para ver quién me había tocado … no vi a nadie. Ninguna persona había entrado después de mí, nadie se había movido entre los alumnos sentados delante mío… ¿Me tocó un ángel? Cada vez que recuerdo ese hecho, no consigo explicarme qué pasó.

Dejo constancia de que sólo te cuento esto a ti, porque me conoces y creo que sabes que no estoy loca de remate.

Pasado el tiempo, tuve una fractura en el pie izquierdo. En un enorme hospital me dieron el diagnóstico y me colocaron una férula de yeso que me cubría desde el pie hasta la rodilla. Iba sola porque había tenido la seguridad de que se trataba únicamente de un esguince y que con una venda y medicamentos todo iba a estar bien.

Al salir del consultorio pregunté por un teléfono para llamar a un familiar. Me dijeron que sus aparatos solo recibían llamadas. No se habían popularizado aún los celulares o móviles. En mi desesperación me desorienté y como pude recorrí un larguísimo corredor hacia la salida, pero me encontré en el lugar donde llegaban las ambulancias. Con desconsuelo vi la rampa, insalvable para mí en ese momento, misma que conducía a un extenso estacionamiento. Muy a lo lejos podía ver que había un sitio de taxis pero, ¿cómo podría llegar hasta allá?  No podía regresar al área de consultorios, además, ¿para qué?

Pedí a Dios Su ayuda, recordé a mi Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel. No sabía qué hacer y estaba a punto de llorar cuando vi que un hombre de baja estatura subía por la rampa; era también delgado y moreno.  Creí que pasaría de largo pero se detuvo frente a mí. Me preguntó directamente cómo podía ayudarme. Le pedí por favor que pidiera a un taxi para mi traslado. Me dijo:

-No pueden entrar taxis por este lado, esta entrada es sólo para ambulancias.

-¿Podría por favor entonces llamar a un familiar mío para que vengan por mí?

-Igual, usted está en un lugar inaccesible. El acceso para las personas está de aquel otro lado.

-Y, ¿por qué usted está aquí?, le pregunté.

-Es que corto camino para llegar a mi casa, salto una verja sin que los vigilantes me vean. Vengo de mi trabajo.

Mi cara debe haber mostrado la pena que me embargaba ante esa situación. Casi le daba las gracias porque creí que ya se iba pero él me anunció:

-La voy a llevar cargando hasta el sitio de taxis.

Dicho y hecho. Me cargó y con grandes esfuerzos me llevó.

Ya en el taxi sólo acerté a agradecerle, estrechar su mano sudorosa y mirar su rostro que nunca más volví a ver. Le extendí un billete que él rechazó diciéndome, “los favores no se cobran”.

No supe su nombre, pero cada vez que recuerdo su noble acción, le pido a Dios sus bendiciones para ese ser tan compasivo, que tanto me ayudó.

De esa experiencia me quedó la sensación de que ese ser bajito de estatura, morenito, delgadito … era un ser angelical.  Sí, ¡ya sé lo que estás pensando!

Después de mi recuperación escribí varias cartas a las autoridades médicas, pidiendo un mínimo de atención para los pacientes que enyesan. Tengo entendido que ahora no aplican más las férulas de yeso a personas solas, que prestan muletas e incluso sillas de ruedas y las ayudan a transportarse. Además, en la actualidad los celulares son muy útiles en ocasiones como la que pasé.

Hace dos años, a una joven señora amiga mía le compartí un libro acerca de los ángeles. Al poco tiempo me envió la invitación para recibir en mi casa a los Arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel. Si aceptas la invitación, debes primero pedir permiso a nuestro Creador para recibir a sus Arcángeles el día y la hora que se te indica.  Se deben tener preparados un ramo de flores blancas, tres veladoras, tres manzanas, tres vasos con agua, un recipiente con sal y otro con azúcar, así como una campana y las imágenes de tus invitados. A la hora de la bienvenida pronuncias una oración y también, con tus propias palabras te diriges a estos seres especiales.

Recuerdo que tuve todo listo para el recibimiento. Me acerqué a la puerta, la abrí y di la bienvenida a los tres Arcángeles.  Sé bien que estaba en un estado de sugestión, y claro está que no vi a nadie ante mi puerta pero sentí una emoción fue tan fuerte que lloré de felicidad al creer recibir a esos seres invisibles, al mostrarles su altar, al dar gracias a Dios por esos momentos.

Los días que estuvieron conmigo, fueron muy especiales. Sé que es difícil entender este ritual, que no todas las personas comparten mi percepción y que si alguien me hubiera visto y oído dirigirme a “mis invitados”, quizás hubiera querido llevarme de inmediato al psiquiatra.  Pero, aunque soy una mujer no del todo espiritual, creo en los hermosos milagros de cada día, que pasan muchas veces inadvertidos; creo en los grandiosos milagros que la ciencia explica adecuadamente; pero siento en mi interior que los detalles sucedidos en mi vida acerca de los ángeles, son una llamada a mi atención hacia cosas que suceden en planos que no puedo ver, pero sí puedo sentir. Quizás muchas personas se reirán de mí si acaso leen esta historia. Son contadas las amistades y familiares que me han escuchado y compartido estas apreciaciones muy individuales mías.

Por cierto, platicando de este tema con una amiga de la clase de costura, ella me contó que por ir de prisa para llegar a su trabajo, iba a cruzar imprudentemente una avenida. Sintió cómo la jalaron del brazo para detenerla. Si eso no hubiera sucedido, un auto la iba a arrollar. No vio a nadie a su alrededor que se pudiera haber acercado a impedir el accidente. Ni mi amiga ni yo encontramos explicación a ese hecho y por nuestra creencia, lo atribuimos a una “experiencia angelical”.

Así, he sabido de varias experiencias de otras personas y también he conocido el origen de la creencia en la existencia de los ángeles, sé que muchos otros hechos pueden explicarse científicamente, sé que la intuición es una gran herramienta para tomar las mejores decisiones y que se basa en nuestro propio conocimiento, pero en mi interior he confiado (quizás porque así me lo inculcaron mis padres) en que pudieran ser avisos angelicales, y  he querido tomarlos en cuenta. Confío asimismo, en mi Ángel de la Guarda, aunque -desde luego- respeto a quien no concuerde conmigo.

Reconozco la tendencia que los humanos tenemos: Cuando no encontramos una explicación satisfactoria a ciertos acontecimientos, los atribuimos al plano espiritual; mas esta tarde, después de hacer un recuento de cuántos favores he recibido, de la generosidad y gentileza con la que me tratan mis familiares, amistades, vecinos, compañeros y conocidos, he llegado a la conclusión de que gozo del privilegio de estar rodeada de verdaderos ángeles.

A manera de homenaje a todas esas bellas personas y aunque parezca que no tiene nada que ver, siento la necesidad de compartir contigo mis experiencias que llamo “angelicales” y que ya te he contado.


Desde ahora te reitero que respeto tu opinión y no trato de imponerte mi sentir; pero si al leerme, algo se mueve en tu corazón, es que,  tal vez -pudiera ser, quizás, probablemente, acaso-  estás siendo tocado por un ángel.

sábado, 11 de junio de 2016

12 - ASÍ TE CUENTO DE CASSIUS CLAY




Recuerdo a Cassius Clay cuando retó al mismísimo gobierno de los Estados Unidos, negándose a ir a la guerra de Vietnam. Fue una noticia que hasta a los niños nos llamaba la atención. El señor Clay, para mí Sr. Barro o Arcilla (porque había buscado el equivalente en español de su apellido), me llamaba la atención porque había cambiado de religión y por añadidura de nombre; de ahí en adelante se llamó Mohamed Alí.

En esos días me eran incomprensible muchas “cosas de adultos”; el que existiera un “deporte” llamado boxeo, el que hubiera otras religiones, el que hubiera guerras, etc. Bueno, todavía ahora no logro entender.

Me llamaba la atención ese personaje tan alto, tan fuerte, tan bravucón, burlándose, antes de la pelea, de un peleador mayor que él, llamado Sonny Liston. Recuerdo que le gritaba que era feo y que lo iba a destruir en el cuadrilátero. Esto último, me parece que lo cumplió.

Pues sí, te confío que al paso del tiempo nunca he comprendido el por qué llaman deporte al boxeo; no me agrada ver a un par golpearse hasta el cansancio por una bolsa de dinero. Aunque he sabido que es un medio con el que cuenta una persona muy humilde, para salir adelante.

Esa furia que descargan con los guantes, creo que proviene del enorme anhelo por emerger -en muchos casos- de la agobiante miseria. Sé de muchos boxeadores que han provenido de los barrios bajos para convertirse en ídolos en esa actividad; su única arma para sobresalir han sido sus puños.

Aún así, continúo sin apreciar todo el valor que debe tener dicha práctica y menos comprendo que muchas mujeres se hayan incorporado a la misma.

He leído que diversos boxeadores han enriquecido a sus “managers”, promotores y corte que los rodea; sé que son realmente pocos los que han continuado en bonanza su vida fuera del box. Varios son los que incluso han fallecido en la miseria de la que surgieron.

Películas como la serie de Rocky, han ensalzado esta profesión y estoy segura que han inspirado a muchos jóvenes a perseguir el sueño de convertirse en reyes de un mundo de oropel que, a mi parecer, esconde algunos fraudes, aunque honestamente con nada puedo sostener mi percepción.

Perdón por haberme apartado de mi idea original de platicarte acerca de este personaje llamado Mohamed Alí, dueño de una personalidad extravagante, quien tuvo el valor de enfrentarse a un gobierno poderoso que enviaba a sus jóvenes a una guerra por demás sangrienta.

En respuesta, le quitaron su título pero no le pudieron arrebatar el ser ejemplo, no sólo para la gente de color, sino también para varios otros y sobre todo, trascender en la historia.

Mucho tiempo después supe que un enamorado mío, de padres irlandeses, también se había negado a enrolarse. A cambio, lo enviaron a cuidar enfermos mentales a un hospital del sistema penitenciario.

Sobre el señor Alí, supe que volvió a ser campeón y activista social. También recuerdo que grabó canciones, aunque únicamente sé el título de una, “Stand by me”.

Fue hasta 1996 que lo ví muy deteriorado, cuando encendió el pebetero de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Tenía ya mucho tiempo sufriendo la desgarradora enfermedad de “Parkinson”. Fue conmovedor ver a un hombre, en otros tiempos tan imponente, caminar temblorosamente y sostener la antorcha con demasiada dificultad. Admiré su valiente decisión de lograrlo.

Nadie puede quitarme de la cabeza que su profesión le arrancó lo más valioso con lo que cuenta el ser humano: La salud. No hay un lugar en el que -aun teniendo millones de dólares- se puedan adquirir algunos gramos de salud. La ciencia todavía no ha alcanzado a desentrañar muchos misterios para lograr la cura de diversos padecimientos.

Ignoro si el señor Alí se casó una o varias veces, creo que tuvo hijos e hijas; desconozco cómo fueron sus últimos días antes de ingresar al hospital, y si siguió siendo feliz, como aparentaba serlo -en sus buenos tiempos- ante sus rivales y ante el público. Espero que sí y que las puertas del cielo se abran para él.


CopyrightConnieUreñaCuellar