jueves, 26 de enero de 2017

19 ASÍ TE CUENTO DE LOS MAYAS DE PALENQUE




Conozco la historia de los Mayas porque mis abuelitos nos la cuentan. Nos platican que fueron hombres y mujeres muy sabios. Ellos levantaron hace muchísimo tiempo las impresionantes construcciones que rodean mi zona de trabajo.

Tengo veintiún años, aunque parezco de mucho menos. Vendo artesanías, los veinte dijes del zodíaco maya y sobre todo los bordados que hace mi madre. Los fines de semana y en las vacaciones, personas de muy lejanas tierras vienen a admirar lo que ya te dije, las impresionantes construcciones de los Mayas, mis antepasados. 

Yo me siento orgullosa de haber cooperado para que en casa tuviéramos una televisión y ahorramos para que cuando llegue el recibo de la electricidad, lo paguemos a tiempo.  También “cooperé” con una niña, mi hijita Citlaltzin que quiere decir Estrellita en lengua tzeltal. Tiene ahora seis años y ya va a la escuela.

Hablo tzeltal y mexicano. Los mexicanos que vienen de lejos, no saben que en mis tierras se hablan varias lenguas como mi propio tzeltal y el tzotzil, chol, zoque, tojolabal, mame, kakchiquel, lacandón, mochó, jacalteco, chuj y kanjobal.  

En la escuela me enseñaron a hablar mexicano, aunque le dicen español. En casa y entre nosotros, aunque estemos en plena venta, nos comunicamos en tzeltal. Una señora me preguntó en qué lengua estaba hablando con una amiga y yo le contesté “tzeltal”. La señora dijo, “quetzal”, no, no, “tzeltal”.

Yo me llamo Yatziri que quiere decir Doncella de la Luna, te lo digo porque la misma señora que te cuento me lo preguntó y solo pidió que se le dijera algo de su signo maya.  Como ella nació en diciembre, me correspondió decirle que las personas de su signo les gusta el sol, pero lo evitan porque son blancas y pueden quemarse. Algo fácil de adivinar porque la señora era blanca y llevaba puesto un sombrero. Me dio un billete, ¡sí!, un billete y me pidió gastarlo solo en mí.

Sé que me brillaron los ojos y sabes qué, decidí guiar a esa señora que en ese momento iniciaba su recorrido por la zona arqueológica de Palenque, que ya te dije es impresionante. Ella iba con un grupo que había contratado a un hermano mío como guía, pero te aseguro que yo también he aprendido a describir las edificaciones mayas.

Mi abuelo dice que Palenque no se llamaba así. Los mayas lo llamaban Otolum. También los mayores nos cuentan que Otolum fue una ciudad grandiosa, gobernada -a veces por hombres, a veces por mujeres- pero estaba abandonada cuando hace siglos llegaron los conquistadores españoles a estos lugares que hasta hoy están rodeados de selva. 

Ni siquiera las manos destructoras pueden contra esa inmensidad verde que llamamos selva y donde viven todavía algunas personas a los que se les dice “lacandones”. Luego te platico de ellos, porque se dice que son los descendientes directos de los mayas y llegaron primero a estas tierras.

La señora que te digo me escuchaba, me hacía preguntas, veía las construcciones y sacaba fotos. Hubo un momento en que vi su cara llena de admiración ante "Templo de la Reina Roja", el “Templo de las Inscripciones”, la tumba de “Pacal El Grande”, K'inich Janaab Pakal en mi lengua.

También ante "El Palacio", el "Templo de la Cruz Foliada" y el "Templo del Sol" y también la señora admiró los árboles sagrados de los mayas, la Ceiba y el de tronco rojo. A todas esta magnificencia le llamamos vestigios, no nos gusta la palabra ruinas.

Mi papá, que ahorita tiene más de 50 años, dice que cuando él era chiquito, empezaron a venir arqueólogos a esta zona. Retiraron la selva que estaba cubriendo las construcciones y pronto abrieron al público este Parque Nacional de Palenque, que es el orgullo nuestro y el lugar de trabajo mío y de muchísimas personas de la región, de todas las edades.

He oído decir a los guías pero principalmente a los mayores de nuestra comunidad, que los Mayas fundaron esta zona antes del nacimiento de Cristo, porque aquí florecía la agricultura por los manantiales y riqueza de la tierra. Ese florecimiento causó guerras, que los de otros reinos iniciaron y se dedicaron a ver cómo importunar a nuestros antepasados.

La verdad es que todos los pueblos de la región eran también eran mayas y todos fueron gente avanzada. Pero, quién sabe por qué las diferentes poblaciones mayas nunca estuvieron unificadas.

Así, gobernantes de otras tierras quisieron apoderarse de lo nuestro porque, decían ellos, descendían de tiempos más antiguos que nosotros y sentían que tenían derecho de quitarnos nuestras posesiones y esclavizarnos.

Seguía hablándole bajito a la señora que ya te platiqué y como en la zona de las construcciones mayas -espacio en el que ahora nos permiten vender en puestos o como ambulantes-, si ella compraba en algún puesto, yo le diría al vendedor que lo había recomendado. La señora compró una bolsa y una pluma de pavo pintada al óleo. Discretamente, pedí mi comisión.

Después del recorrido, el guía del grupo, mi hermano, invitó al grupo a pasear por la selva; no creas que es la selva selva, sino una muestra nada más. Me acerqué a la señora que te cuento para avisarle que a esa hora de la tarde las viborillas negras salen de su escondite y no se ven por lo tupido de la floresta.

Me miró sorprendida, me dio las gracias y avisó a sus compañeros que iría a comer a las afueras de la zona para esperar a que ellos salieran e irse juntos hacia el autobús que los trajo hasta acá.

Escuché la palabra “comer”. Eran las cuatro de la tarde y yo no había comido desde la mañana. Nuestro desayuno habitual es agua caliente con canela, un pan y un tamal, eso nos permite ir al trabajo sin el estómago vacío. Regresamos a casa al oscurecer, nos espera un tamal envuelto con Hoja Santa, que le da un sabor muy rico y otra vez bebemos agua caliente con canela.

Si en la casa nos ha ido bien, hay un pedazo de pescado frito, o carne de pollo o de pavo, que cae de maravilla a nuestra pancita. En las fiestas hay más de comer como los asados de res o de puerco; ah, también de pollo y pescado cocinado de diferentes formas. De beber hay atole agrio y agua con chocolate. También muchas tortillas de maíz.

A mi hija que va a la escuela, le dan un desayuno escolar. Un cuartito de leche, una naranja, una palanqueta de cacahuate y un pan pequeño relleno de jamón. Siempre guarda uno de estos alimentos para mí, sin que yo se lo pida.

Yo me quedé en tercer grado, pero aprendí a leer y a escribir en mexicano y a hacer cuentas, tú sabes, la aritmética. Como soy madre soltera todavía vivo en casa de mis padres, tengo la obligación de llevar dinerito a la casa, para mi sustento, el de mi hija y para los gastos.

Mi papá trabaja en un cafetal pero muchas veces es rechazado cuando llega la cosecha; además, vienen hombres de Guatemala, El Salvador y hasta de Honduras; a ellos sí los contratan porque cobran menos.

Le dije a la señora que ya te platiqué, que la podía llevar a comer donde sé que está sabroso. Ella aceptó y cuando llegamos a ese tenderete me invitó a comer con ella.  Fue entonces cuando me preguntó de dónde soy y le contesté que del ejido El Naranjo, aquí cerquita de Palenque.

Mientras comíamos, la señora me preguntó de mi trabajo y bueno, tú ya sabes por qué trabajo. Todas las mujeres de El Naranjo trabajamos, ya sea en el Parque arqueológico o en casa. Si te quedas en casa es porque confeccionas bolsas, blusas e infinidad de otras cositas bordadas.

Nuestras abuelas nos enseñaron a coser y bordar. Los hombres trabajan muchos como pescadores y otros tantos como vendedores; a algunos el gobierno los ha preparado para ser guías, pero lo que saben lo enriquecen con lo que nos cuentan los viejos del ejido.

Ellos también aprendieron artesanía de sus padres o abuelos, pero como te dije, hace poco vinieron del gobierno del estado a enseñarnos otras manualidades como pintura en tela y cuero, nos dejaron poner nuestros puestos dentro de Palenque y permitieron el ambulantaje. También nos venden telas para bordar, a buen precio.

La señora que te digo, me escuchaba atenta y me preguntó de la escuela de mi niña. Le conté que está al aire libre, que los niños se sientan en el suelo, el pizarrón es portátil y para ir al baño corren al retrete comunitario.

Más de la mitad de los adultos de El Naranjo, no saben leer ni escribir. Los demás nos defendemos un poquito. ¿Que qué hacemos si nos enfermamos? Pues para eso hay curanderos. Casi siempre es de la panza porque comemos algo que creemos es fruta y se nos inflan los intestinos, entonces nos dan masaje con manteca para “desinflarnos”.

¿Médico? No señora, hay una clínica pero solo tiene inscrito a un señor, eso porque tiene trabajo de planta en una de las cafetaleras. El doctor viene solo en temporada de vacunas; los niños nacen en las casas.

Nuestros médicos a veces son los lacandones. Ellos heredaron de los mayas, conocimientos que pasan de boca en boca. Mi abuela dice que no hay nada escrito.  Los lacandones adivinan tu suerte, te dicen tu pasado, presente y futuro con tan solo verte a la cara.

Siempre están vestidos de blanco y viven en las profundidades de la selva, esa selva que guarda más pirámides y tumbas, que parecen montes, pero son construcciones mayas. Por esa selva, hace mucho tiempo se fueron yendo los originales mayas, dejando abandonado Palenque y otras ciudades que yo no conozco pero que dicen los ancianos que son tan grandes y tan magníficas como la nuestra.

Dicen que nadie sabe por qué abandonaron sus construcciones, que más bien eran tumbas y había palacios donde vivía el gobernante y la nobleza; alrededor, en chozas, vivía el pueblo. Entre los nobles estaban los que estudiaban las estrellas, los que inventaron el calendario maya, los consejeros para la agricultura y claro, los sacerdotes quienes eran los guías del rey y del pueblo.

Pero mi abuelo cree saber por qué se fueron los mayas. Las amenazas de los envidiosos pueblos vecinos tuvo mucho que ver y los gobernantes de Otolum salieron primero para localizar dónde se podían establecer. Más adelante se llevarían al pueblo en sí, cuando ya estuvieran ellos bien asentados.

El pueblo, sin un guía, sin un control, empezó a portarse mal, a faltar a sus labores, a dejar crecer la selva, a emborracharse, a abusar de los más débiles…
Aun cuando, se supone que los gobernantes enviaron por su pueblo, este ya había abandonado sus hogares, vagado a la deriva y perdido para siempre su patrimonio, se dispersaron sin dejar rastro.

Esto se lo conté a la señora que me invitó a comer. Y después de la comida le dije que para otra vez viniera tempranito, para que escuchara todos los sonidos que hacen al amanecer los pájaros, los monos aulladores, venados y otros animalitos. Yo no he oído ninguno, pero dicen que a veces se escucha el rugido del jaguar.

Le ofrecí a la señora acompañarla a su autobús, porque su grupo tal vez ya había salido de la selva. Me preguntó si podía tomarme una foto y le dije que no, porque nosotros creemos que la fotografía se lleva nuestro espíritu. La señora no insistió.

Caminamos a un lado de la carretera, ella iba admirando la inmensidad verde del bosque espeso, con sus hojas reflejando el sol de la tarde. Se asombró al ver muchísimas plantas de Hoja Santa; así, silvestres, a un lado de ese camino de carros.  Estaba cansada pero contenta cuando algunas personas vinieron a su encuentro, preguntando dónde había estado.

Algo dijo y volvió su cara hacia mí. Vi cómo brillaron sus ojos. Yo no quería recibir un pagó por ser su guía, pero estrechó mi mano y acepté. Agradeció mis pláticas y compañía. Yo le di las gracias también por la comida. Me habló de sus mejores deseos para mí, mi hija y mi familia. Dijo que nunca me olvidará.

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viernes, 13 de enero de 2017

18 - ASÍ TE CUENTO DEL HOMBRE DE MIS SUEÑOS






Vienen a mi mente imágenes de una noche de 1999. Me veo a mí misma bajar de un auto convertible, uso un vestido de amplio vuelo y voy ilusionada a reunirme con mi novio quien está filmando una película. Entro al estudio, cuya iluminación se centra en los intérpretes. Alguien me llama la atención por el taconeo de mis zapatos. Mi novio se da cuenta de mi presencia y detiene la escena. Se encienden más luces y él, sí él, viene hacia mí. Veo su galanura y su atrayente sonrisa. Me abraza y miro muy de cerca su rostro, me impresiona ver sus ojos verdes. Mi emoción es grande, pero en ese momento desperté.

Todo fue un sueño, muy vívido, muy real. Aún ahora suspiro al recordarlo.

En el año 2000, en el cine vi Amores Perros, la primera película de Gael García Bernal. Quedé muy sorprendida al ver en la pantalla al hombre con quien había soñado al año anterior. Quizás había visto su cara en alguna revista y aunque no recordara  haber sabido anteriormente de él, era el “novio” que había ido yo a encontrar en aquel set de ensueño y cuyos ojos verdes me habían impresionado.

Una persona me dijo que los sueños no se cuentan, que son vivencias solo para quien los experimenta, pero ¿cómo dejar de comentar ese bello sueño?

Gael se convirtió en una gran estrella, su actuación en Amores Perros le valió un gran reconocimiento. Pronto emigró al extranjero y ha triunfado en cualquier lugar donde se presenta.

Pero te cuento, la aparición de Gael en ese mi sueño de 1999 no es la única.

No recuerdo la fecha de cuando un mediodía estaba comiendo con una amiga en un restaurante. En la mesa contigua se hallaba una mujer que llevaba zapatos descubiertos que dejaban ver las plantas de sus pies.  Me llamó la atención el color verdoso y desagradable de aquellas plantas pero estábamos consumiendo nuestros sagrados alimentos y no era momento de comentar nada desagradable. Sin embargo, mentalmente me preguntaba qué sucedía con los pies de aquella mujer.

Por la noche soñé que me encontraba en aquel mismo restaurante, frente a  mí, en lugar de mi amiga estaba Gael.  Yo veía a la mujer con los pies enfermos y sin preguntar a Gael qué le sucedía a ella, él me dijo discretamente al oído, “tiene pie de atleta”. En ese momento desperté y la risa que me causó dicho sueño, se repite cada vez que lo recuerdo. 
¡Así que mi cerebro se encarga en sueños de contestar mis preguntas no formuladas conscientemente, en la voz y la presencia de Gael García Bernal! Curioso, muy curioso.

Quiero decirte que no soy una seguidora de Gael; admiro su trayectoria pero no soy especialmente su fan. Me pregunto, ¿por qué aparece en mis sueños? Porque no son solo dos sueños, eh. Pero antes te comento algo sobre este actor.

Se ha convertido en ciudadano del mundo. Para mí su mayor logro es haber sido presidente del Festival de Cannes hace pocos años. Recién ganó un Globo de Oro por su actuación en Mozart in the Jungle, no reside en México sino en Buenos Aires y constantemente trabaja en USA.

En nuestro país ha producido series de televisión muy exitosas, promueve películas fuera de lo común, muy divertidas. Posee una poderosa productora y distribuidora de filmes (Canana Films) junto a otro joven actor mexicano (Diego Luna, su “charolastra”) y puede decirse que es un exitoso hombre de negocios. 

Como muchas estrellas de cine no le gusta hablar de su vida privada pero trascendió que hace tiempo tenía un romance con Natalie Portman, a mí me parecía que hacían una linda pareja.  Sin embargo, cuando ella filmaba en Europa y él en Argentina, Natalie quiso darle una gran sorpresa visitándolo en Buenos Aires. La sorprendida fue la bella actriz porque encontró a Gael viviendo en unión libre con su coestrella Dolores Fonzi. Leí que Natalie quedó muy afectada.  Actualmente, Gael está separado de la guapa actriz argentina, con quien procreó dos hijos.

Y te cuento otro suceso relacionado conmigo y Gael (jajajajaja); se refiere a que el año pasado fui a una gasolinería a cargar combustible para mi auto. Pedí cierta cantidad de litros de gasolina y que por favor revisaran la presión de las llantas. Sin bajar del carro vi que el joven que me atendía sostenía una manguera que supuse era para suministrar aire a las llantas. De pronto, del auto surgió gran cantidad de vapor, el muchacho me pidió abrir el cofre, lo hice y salí del coche para saber qué sucedía. El joven estaba ya regando agua para disminuir el vapor, me dijo que el anti-congelante se había acabado, que había que lavar el radiador y cambiar una manguera interna que estaba por reventar. Revisó también el nivel del aceite y encontró que estaba disminuido considerablemente. Todo esto en pocos minutos de angustia para mí. La amabilidad del muchacho me consolaba pues me pedía no preocuparme. Lavó el radiador, cambió la manguera descompuesta, niveló el aceite y el anti-congelante y después de 40 minutos pagué una cuenta bastante alta … yo sólo había ido a cargar gasolina. Me conforté pensando que lo bueno era que el vapor había surgido ante quien me pudo ayudar … hubiera podido pasar en otro lugar … no sé.

Esa noche, en sueños “platiqué” a Gael lo sucedido en la gasolinería. Él me miró fijamente y me dijo,“te hicieron un fraude”.  Su voz sonó tan fuerte que desperté sobresaltada.  Repasé mentalmente el incidente y me di cuenta que aquel muchacho tenía consigo una manguera para agua, no para aire. De alguna manera había rociado agua para provocar el vapor que me asustó …  A la mañana siguiente revisé el nivel del aceite, había de más.  Poco a poco me fui percatando de que, en efecto, había sido víctima de un fraude. 

No sabes cuánto me río de las ocurrencias de mi subconsciente, de esos sueños tan locos, mismos que recuerdo como si hubieran sido sucesos reales.

Del actor Gael García Bernal, te cuento que en México tiene fama de presentarse poco arreglado y ser arisco con la prensa; cuando está aquí emite opiniones de izquierda pero se le agradece que de realce a un festival cinematográfico que él mismo impulsó.

Respecto a los periodistas, te platico que una importante entrevistadora conversó con él cuando Gael estaba filmando bajo la dirección de Almodóvar (cuya película no me gustó).  Vi en la tele como esa intelectual mujer, siempre propia y distinguida, devoraba al actor con la mirada. Me percaté del impacto que produce, debe ser un hombre bello en persona. Solo en “El Crimen del Padre Amaro”, me pareció tan guapo como lo veo en mis sueños.  En “Rudo y Cursi” admiré su vena cómica y creo que canta mal, pero justo por una canción de esa película, fue nombrado “cantante revelación”.


Lo más cerca que he estado de Gael García Bernal fue un día en que abordé el elevador del edificio de oficinas donde trabajaba. Iba con prisa y me sentí ansiosa porque el elevador bajó al piso del estacionamiento donde entró un hombre con zapatos sin lustrar, jeans rotos y rostro sin afeitar. Pensé en Gael al recorrer con la mirada la figura del joven quien me saludó sonriente. Era Diego Luna, “charolastra” (amigo incondicional) del hombre de mis sueños.


17 - ASÍ TE CUENTO DE MIS TÍAS







Creo que muchos seres en la niñez fabricamos héroes y heroínas; ellos nos guían en nuestro crecimiento y deseamos serles parecidos en la adultez. Algunos de estos personajes son ficticios, pero otros son completamente reales –como mis tías–.

Te hablaré primero de mis tías maternas, Carmen y Matilde, hermanas mayores de mi mamá.

Todos los lunes, Carmen (nunca se casó) ayudaba a mi madre en las labores hogareñas.  Era una mujer fuerte, de buena estatura, tez blanca y cabello oscuro. No recuerdo haberla visto maquillarse, pero sí usaba carmín en los labios. Su voz y su carácter eran dulces y por sobre todas las cosas, amaba a su hermana menor.

Algunos domingos, Carmen era invitada a pasear con mi familia. Recuerdo un día que fuimos a Chapultepec y nos tomaron fotos. Aparezco tomada de su mano.

Cuando llegó mi adolescencia, mi tía Carmen estuvo conmigo. Junto con mi madre, recibí sus consejos para afrontar los cambios de mi vida de ese momento en adelante.

Carmen era lo opuesto a su hermana Matilde (quien una vez casada dio a luz a mellizos). Mujer muy guapa que sabía sacar partido a sus rasgos físicos.  Era el prototipo de la fémina de moda en su época.

Viene a mi memoria un día en que jugaba en un patio y Matilde llegó a visitarnos. Me pareció que arribaba una princesa; vestía un fino traje sastre y su cara estaba perfectamente maquillada. Me causó una gran impresión, porque estaba acostumbrada a las caritas lindas pero sin realce de mi mamá y de tía Carmen.

Mi mamá tenía una cajita con polvo para usarlo en ocasiones especiales, también tenía un labial. Ambos estaban guardados en un ropero, bajo llave. Esto último no fue impedimento para que me hiciera de ellos y los usara en mi rostro y labios, queriendo copiar el “look” de mi tía Matilde.

Creo que mi audaz comportamiento, solo lo llevé a cabo una vez. Mi mamá guardó en otro escondite sus tesoros.

Por el lado paterno había más mujeres. Ya te he comentado del personaje maravilloso que fue mi abuelita. De sus hijas, empezaré por contarte acerca de Josefina.

Jose, así la llamaban, era administradora de un Café Turco, donde se reunían árabes y judíos en sana convivencia, consumían mucho esa bebida que daba nombre al lugar, jugaban dominó y devoraban comida originaria de sus respectivas nacionalidades.

En el mencionado Café obtuve mi primer empleo a los 11 años. Fui la lava-platos más joven que pasó por ahí.  Imagina el alborozo que sentí cuando recibí mi primer salario, mismo que alcanzó para comprar golosinas para mis hermanos y una falda.

Jose, quien estuvo casada y tuvo un hijo -mi primo Daniel-, se separó de su esposo y dedicó su vida a ser extremadamente generosa, sostenía a buena parte de la familia. Su función como administradora le concedía un buen sueldo que repartía entre sus hermanos, su hijo y sus sobrinos.  Varias veces la acompañé a hacer las compras necesarias para el Café y atestigüé lo basto de su despensa. Asimismo, la acompañé al banco donde depositaba las ganancias del negocio que dirigía y llegué a pensar que esa mi tía, era la mujer más poderosa del mundo.

Cuando me gradué de mis primeros estudios profesionales, Jose me obsequió los zapatos que usaría en la noche de mi primer baile formal e igualmente colaboró en la confección de mi vestido de gala.

Tendría que escribir muchas páginas para dar a conocer todos y cada uno de los hechos que mi tía Josefina realizó en favor de sus familiares. Así que continúo con mi tía Natalia. Una mujer alta, de figura espectacular. Trabajó también en el Café Turco que dirigía su hermana mayor.  Tuvo dos hijas y un hijo con su esposo que era taxista, pero su abdomen siempre fue plano. De sonrisa fácil y deslumbrante, atendía a los clientes del Café con diligencia y recibía magníficas propinas. 

En la época en que Naty trabajó allí, fui ascendida a mesera. Así que de Naty aprendí a tomar una orden, a “trabajarla” ante las cocineras y a servir de manera adecuada. Laboraba los fines de semana y mi salario más propinas, eran como un regalo del cielo.

Natalia me llevaba al “salón de belleza”; me obsequiaba un “manicure” y pedía a las encargadas que me enseñaran a maquillar. Estaba apenas entre mis 14-15 años.

Después de graduarme, empecé a buscar trabajo como secretaria en español. Varias veces, tanto Josefina, como Natalia me acompañaron a las entrevistas laborales.

No creas que ha sido a propósito que me he “saltado” a mi tía Bertha, la hermana mayor de mi papá.  Ella tenía una tienda de abarrotes y un enorme departamento antiguo donde habitaba con su esposo y los cinco hijos de ambos.

Bertha también era de sonrisa fácil y carácter alegre. Su hija mayor, mi prima Rosita, trabajaba en una dependencia gubernamental y recibía un salario que en esa época era considerado como muy elevado. Rosita me enseñó a caminar con zapatos de tacón alto y me recomendó para ingresar en su oficina, pero no fui aceptada. Era demasiado joven.

Bertha tenía “ojos de gato” y pecas en sus mejillas. Su carácter bonachón contrastaba con la seriedad de su esposo. Ambos fueron tíos maravillosos.

Enseguida de Bertha estaba Virginia, mujer fuerte, de facciones firmes y ojos verdes.  Su risa era muy contagiosa y su comprensión aún mayor.  Mi tía Virginia estuvo con mi familia en momentos que, con lo lindo de su carácter hizo menos difíciles. Reía con mis gustos por la música de moda y sus hijos fueron grandes compañeros de juegos.

Virginia (fue madre soltera de tres hijos), también trabajó en aquel Café Turco. Era la que preparaba los platillos árabes y judíos pero su especialidad era precisamente el café turco que se servía en pequeñas tazas. Esta amada tía fue mi tutor en mi segundo año de primaria. Recibía las boletas de calificación y delante de la maestra me dirigía una sonrisa de complicidad que entendía cuando comentaba con mis padres que yo era una niña aplicada.

La última de las hermanas de mi padre fue María del Refugio, mi también amada tía Cuquita.  Pequeña de estatura, pero con un corazón enorme y ojos color miel, muy coquetos.  La recuerdo cuando era jefa de meseras en el Café Turco y era novia de Antonio, hombre con el que se casó para toda la vida.  Muy risueña, bailadora, generosa y comprensiva. Su hija Martha es una de mis primas más afines, al igual que su hermanita Chelo.

Cuquita decretó que no iba a envejecer jamás y lo ha cumplido.  Ha perdido la cuenta de su edad y en cada uno de sus cumpleaños, le comento que muy pronto ella será menor que yo … (jajajajaja).

Aunque Cuquita recientemente vivió una etapa muy dura (sufrió cáncer de seno), nunca ha perdido su enorme alegría y disfruta de lo bueno de la vida. Así también, en varias reuniones me ha enseñado a bailar Cha, cha, chá y Mambo. Ah, también me ha enseñado a cocinar.

Cada vez que hablo con ella, o está por iniciar un viaje o acaba de regresar de uno ¡Sí! Junto a mi tía Virginia, Cuquita viajó por toda la república y ahora viaja con sus hijas, visitando inclusive Tierra Santa. Las anécdotas de sus viajes son extraordinarias e invitan a disfrutar como ellas, de esos paseos.

Reflexiono hoy las enseñanzas que recibí de mis adorables tías y espero estar  practicando lo que les aprendí.  Como Carmen, Bertha, Virginia y Josefina, trato de ayudar a mi familia en todo lo posible. Como Matilde y Natalia, gusto del arreglo personal, de la ropa y la comida. Como Cuquita, me fascinan los viajes y el baile aunque no sea tan buena para bailar.

Cada una de mis tías ocupan un lugar especial en mi vida, aunque actualmente, solo me queda Cuquita.  Las demás se han ido poco a poco, dejando un vacío entre las personas que tanto las quisimos, pero su legado de alegría, sus enseñanzas, su ejemplo de mujeres valiosas, queda vivo aún.

En contraste, al platicar con mis hermanas sólo Yola ha coincidido conmigo. Maru no tiene recuerdos de su infancia y mis demás hermanitos eran muy pequeños en la época de esta plática. Únicamente, Tere guarda una memoria triste. Recuerda que nuestras tías la regañaban, que no éramos bien recibidos en su casa, ni al visitarnos eran tan amables con nosotros como yo me acuerdo… Me pregunto si mi historia con las tías la he teñido de rosa al paso del tiempo…


Lo cierto es que mis tías dejaron una huella imborrable en mi infancia y primera juventud. Recordar las navidades con esos seres maravillosos creo que es algo digno de contar. Vienen a mi memoria las imágenes de Jose saliendo de una gran tienda, cargada de cajas y bolsas de regalos para repartir entre sus familiares. De Natalia, organizando a los niños para pedir “Posada” y romper la piñata. De Bertha y Cuquita enseñándonos a cantar y bailar. De Virginia, mostrándonos cómo degustar las ricas viandas, así como de Carmen y Matilde, extendiendo sus brazos para apapacharnos con motivo de la celebración del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.


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