jueves, 26 de enero de 2017

19 ASÍ TE CUENTO DE LOS MAYAS DE PALENQUE




Conozco la historia de los Mayas porque mis abuelitos nos la cuentan. Nos platican que fueron hombres y mujeres muy sabios. Ellos levantaron hace muchísimo tiempo las impresionantes construcciones que rodean mi zona de trabajo.

Tengo veintiún años, aunque parezco de mucho menos. Vendo artesanías, los veinte dijes del zodíaco maya y sobre todo los bordados que hace mi madre. Los fines de semana y en las vacaciones, personas de muy lejanas tierras vienen a admirar lo que ya te dije, las impresionantes construcciones de los Mayas, mis antepasados. 

Yo me siento orgullosa de haber cooperado para que en casa tuviéramos una televisión y ahorramos para que cuando llegue el recibo de la electricidad, lo paguemos a tiempo.  También “cooperé” con una niña, mi hijita Citlaltzin que quiere decir Estrellita en lengua tzeltal. Tiene ahora seis años y ya va a la escuela.

Hablo tzeltal y mexicano. Los mexicanos que vienen de lejos, no saben que en mis tierras se hablan varias lenguas como mi propio tzeltal y el tzotzil, chol, zoque, tojolabal, mame, kakchiquel, lacandón, mochó, jacalteco, chuj y kanjobal.  

En la escuela me enseñaron a hablar mexicano, aunque le dicen español. En casa y entre nosotros, aunque estemos en plena venta, nos comunicamos en tzeltal. Una señora me preguntó en qué lengua estaba hablando con una amiga y yo le contesté “tzeltal”. La señora dijo, “quetzal”, no, no, “tzeltal”.

Yo me llamo Yatziri que quiere decir Doncella de la Luna, te lo digo porque la misma señora que te cuento me lo preguntó y solo pidió que se le dijera algo de su signo maya.  Como ella nació en diciembre, me correspondió decirle que las personas de su signo les gusta el sol, pero lo evitan porque son blancas y pueden quemarse. Algo fácil de adivinar porque la señora era blanca y llevaba puesto un sombrero. Me dio un billete, ¡sí!, un billete y me pidió gastarlo solo en mí.

Sé que me brillaron los ojos y sabes qué, decidí guiar a esa señora que en ese momento iniciaba su recorrido por la zona arqueológica de Palenque, que ya te dije es impresionante. Ella iba con un grupo que había contratado a un hermano mío como guía, pero te aseguro que yo también he aprendido a describir las edificaciones mayas.

Mi abuelo dice que Palenque no se llamaba así. Los mayas lo llamaban Otolum. También los mayores nos cuentan que Otolum fue una ciudad grandiosa, gobernada -a veces por hombres, a veces por mujeres- pero estaba abandonada cuando hace siglos llegaron los conquistadores españoles a estos lugares que hasta hoy están rodeados de selva. 

Ni siquiera las manos destructoras pueden contra esa inmensidad verde que llamamos selva y donde viven todavía algunas personas a los que se les dice “lacandones”. Luego te platico de ellos, porque se dice que son los descendientes directos de los mayas y llegaron primero a estas tierras.

La señora que te digo me escuchaba, me hacía preguntas, veía las construcciones y sacaba fotos. Hubo un momento en que vi su cara llena de admiración ante "Templo de la Reina Roja", el “Templo de las Inscripciones”, la tumba de “Pacal El Grande”, K'inich Janaab Pakal en mi lengua.

También ante "El Palacio", el "Templo de la Cruz Foliada" y el "Templo del Sol" y también la señora admiró los árboles sagrados de los mayas, la Ceiba y el de tronco rojo. A todas esta magnificencia le llamamos vestigios, no nos gusta la palabra ruinas.

Mi papá, que ahorita tiene más de 50 años, dice que cuando él era chiquito, empezaron a venir arqueólogos a esta zona. Retiraron la selva que estaba cubriendo las construcciones y pronto abrieron al público este Parque Nacional de Palenque, que es el orgullo nuestro y el lugar de trabajo mío y de muchísimas personas de la región, de todas las edades.

He oído decir a los guías pero principalmente a los mayores de nuestra comunidad, que los Mayas fundaron esta zona antes del nacimiento de Cristo, porque aquí florecía la agricultura por los manantiales y riqueza de la tierra. Ese florecimiento causó guerras, que los de otros reinos iniciaron y se dedicaron a ver cómo importunar a nuestros antepasados.

La verdad es que todos los pueblos de la región eran también eran mayas y todos fueron gente avanzada. Pero, quién sabe por qué las diferentes poblaciones mayas nunca estuvieron unificadas.

Así, gobernantes de otras tierras quisieron apoderarse de lo nuestro porque, decían ellos, descendían de tiempos más antiguos que nosotros y sentían que tenían derecho de quitarnos nuestras posesiones y esclavizarnos.

Seguía hablándole bajito a la señora que ya te platiqué y como en la zona de las construcciones mayas -espacio en el que ahora nos permiten vender en puestos o como ambulantes-, si ella compraba en algún puesto, yo le diría al vendedor que lo había recomendado. La señora compró una bolsa y una pluma de pavo pintada al óleo. Discretamente, pedí mi comisión.

Después del recorrido, el guía del grupo, mi hermano, invitó al grupo a pasear por la selva; no creas que es la selva selva, sino una muestra nada más. Me acerqué a la señora que te cuento para avisarle que a esa hora de la tarde las viborillas negras salen de su escondite y no se ven por lo tupido de la floresta.

Me miró sorprendida, me dio las gracias y avisó a sus compañeros que iría a comer a las afueras de la zona para esperar a que ellos salieran e irse juntos hacia el autobús que los trajo hasta acá.

Escuché la palabra “comer”. Eran las cuatro de la tarde y yo no había comido desde la mañana. Nuestro desayuno habitual es agua caliente con canela, un pan y un tamal, eso nos permite ir al trabajo sin el estómago vacío. Regresamos a casa al oscurecer, nos espera un tamal envuelto con Hoja Santa, que le da un sabor muy rico y otra vez bebemos agua caliente con canela.

Si en la casa nos ha ido bien, hay un pedazo de pescado frito, o carne de pollo o de pavo, que cae de maravilla a nuestra pancita. En las fiestas hay más de comer como los asados de res o de puerco; ah, también de pollo y pescado cocinado de diferentes formas. De beber hay atole agrio y agua con chocolate. También muchas tortillas de maíz.

A mi hija que va a la escuela, le dan un desayuno escolar. Un cuartito de leche, una naranja, una palanqueta de cacahuate y un pan pequeño relleno de jamón. Siempre guarda uno de estos alimentos para mí, sin que yo se lo pida.

Yo me quedé en tercer grado, pero aprendí a leer y a escribir en mexicano y a hacer cuentas, tú sabes, la aritmética. Como soy madre soltera todavía vivo en casa de mis padres, tengo la obligación de llevar dinerito a la casa, para mi sustento, el de mi hija y para los gastos.

Mi papá trabaja en un cafetal pero muchas veces es rechazado cuando llega la cosecha; además, vienen hombres de Guatemala, El Salvador y hasta de Honduras; a ellos sí los contratan porque cobran menos.

Le dije a la señora que ya te platiqué, que la podía llevar a comer donde sé que está sabroso. Ella aceptó y cuando llegamos a ese tenderete me invitó a comer con ella.  Fue entonces cuando me preguntó de dónde soy y le contesté que del ejido El Naranjo, aquí cerquita de Palenque.

Mientras comíamos, la señora me preguntó de mi trabajo y bueno, tú ya sabes por qué trabajo. Todas las mujeres de El Naranjo trabajamos, ya sea en el Parque arqueológico o en casa. Si te quedas en casa es porque confeccionas bolsas, blusas e infinidad de otras cositas bordadas.

Nuestras abuelas nos enseñaron a coser y bordar. Los hombres trabajan muchos como pescadores y otros tantos como vendedores; a algunos el gobierno los ha preparado para ser guías, pero lo que saben lo enriquecen con lo que nos cuentan los viejos del ejido.

Ellos también aprendieron artesanía de sus padres o abuelos, pero como te dije, hace poco vinieron del gobierno del estado a enseñarnos otras manualidades como pintura en tela y cuero, nos dejaron poner nuestros puestos dentro de Palenque y permitieron el ambulantaje. También nos venden telas para bordar, a buen precio.

La señora que te digo, me escuchaba atenta y me preguntó de la escuela de mi niña. Le conté que está al aire libre, que los niños se sientan en el suelo, el pizarrón es portátil y para ir al baño corren al retrete comunitario.

Más de la mitad de los adultos de El Naranjo, no saben leer ni escribir. Los demás nos defendemos un poquito. ¿Que qué hacemos si nos enfermamos? Pues para eso hay curanderos. Casi siempre es de la panza porque comemos algo que creemos es fruta y se nos inflan los intestinos, entonces nos dan masaje con manteca para “desinflarnos”.

¿Médico? No señora, hay una clínica pero solo tiene inscrito a un señor, eso porque tiene trabajo de planta en una de las cafetaleras. El doctor viene solo en temporada de vacunas; los niños nacen en las casas.

Nuestros médicos a veces son los lacandones. Ellos heredaron de los mayas, conocimientos que pasan de boca en boca. Mi abuela dice que no hay nada escrito.  Los lacandones adivinan tu suerte, te dicen tu pasado, presente y futuro con tan solo verte a la cara.

Siempre están vestidos de blanco y viven en las profundidades de la selva, esa selva que guarda más pirámides y tumbas, que parecen montes, pero son construcciones mayas. Por esa selva, hace mucho tiempo se fueron yendo los originales mayas, dejando abandonado Palenque y otras ciudades que yo no conozco pero que dicen los ancianos que son tan grandes y tan magníficas como la nuestra.

Dicen que nadie sabe por qué abandonaron sus construcciones, que más bien eran tumbas y había palacios donde vivía el gobernante y la nobleza; alrededor, en chozas, vivía el pueblo. Entre los nobles estaban los que estudiaban las estrellas, los que inventaron el calendario maya, los consejeros para la agricultura y claro, los sacerdotes quienes eran los guías del rey y del pueblo.

Pero mi abuelo cree saber por qué se fueron los mayas. Las amenazas de los envidiosos pueblos vecinos tuvo mucho que ver y los gobernantes de Otolum salieron primero para localizar dónde se podían establecer. Más adelante se llevarían al pueblo en sí, cuando ya estuvieran ellos bien asentados.

El pueblo, sin un guía, sin un control, empezó a portarse mal, a faltar a sus labores, a dejar crecer la selva, a emborracharse, a abusar de los más débiles…
Aun cuando, se supone que los gobernantes enviaron por su pueblo, este ya había abandonado sus hogares, vagado a la deriva y perdido para siempre su patrimonio, se dispersaron sin dejar rastro.

Esto se lo conté a la señora que me invitó a comer. Y después de la comida le dije que para otra vez viniera tempranito, para que escuchara todos los sonidos que hacen al amanecer los pájaros, los monos aulladores, venados y otros animalitos. Yo no he oído ninguno, pero dicen que a veces se escucha el rugido del jaguar.

Le ofrecí a la señora acompañarla a su autobús, porque su grupo tal vez ya había salido de la selva. Me preguntó si podía tomarme una foto y le dije que no, porque nosotros creemos que la fotografía se lleva nuestro espíritu. La señora no insistió.

Caminamos a un lado de la carretera, ella iba admirando la inmensidad verde del bosque espeso, con sus hojas reflejando el sol de la tarde. Se asombró al ver muchísimas plantas de Hoja Santa; así, silvestres, a un lado de ese camino de carros.  Estaba cansada pero contenta cuando algunas personas vinieron a su encuentro, preguntando dónde había estado.

Algo dijo y volvió su cara hacia mí. Vi cómo brillaron sus ojos. Yo no quería recibir un pagó por ser su guía, pero estrechó mi mano y acepté. Agradeció mis pláticas y compañía. Yo le di las gracias también por la comida. Me habló de sus mejores deseos para mí, mi hija y mi familia. Dijo que nunca me olvidará.

COPYRIGHTCONYUREÑA/ENERO2017
VARIOS DATOS PROVIENEN DE WIKIPEDIA. LAS VIVENCIAS PROVIENEN DE MI CORAZÓN.

2 comentarios:

  1. Mi amiga, creo que este es uno de tus textos más interesantes y bello. Es didáctico y muy bello al mismo tiempo. Recibe un abrazo y mis parabienes.

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    1. ¡Gracias por tus generosas palabras querido amigo Henrique! Sin tu respaldo, este y otros textos hubieran quedado en el olvido.

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