Conozco
la historia de los Mayas porque mis abuelitos nos la cuentan. Nos platican que
fueron hombres y mujeres muy sabios. Ellos levantaron hace muchísimo tiempo las
impresionantes construcciones que rodean mi zona de trabajo.
Tengo
veintiún años, aunque parezco de mucho menos. Vendo artesanías, los veinte
dijes del zodíaco maya y sobre todo los bordados que hace mi madre. Los fines
de semana y en las vacaciones, personas de muy lejanas tierras vienen a admirar
lo que ya te dije, las impresionantes construcciones de los Mayas, mis
antepasados.
Yo me siento orgullosa de haber cooperado para que en casa
tuviéramos una televisión y ahorramos para que cuando llegue el recibo de la
electricidad, lo paguemos a tiempo. También
“cooperé” con una niña, mi hijita Citlaltzin que quiere decir Estrellita en
lengua tzeltal. Tiene ahora seis años y ya va a la escuela.
Hablo
tzeltal y mexicano. Los mexicanos que vienen de lejos, no saben que en mis
tierras se hablan varias lenguas como mi propio tzeltal y el tzotzil, chol,
zoque, tojolabal, mame, kakchiquel, lacandón, mochó, jacalteco, chuj y
kanjobal.
En la escuela me enseñaron a
hablar mexicano, aunque le dicen español. En casa y entre nosotros, aunque
estemos en plena venta, nos comunicamos en tzeltal. Una señora me preguntó en
qué lengua estaba hablando con una amiga y yo le contesté “tzeltal”. La señora
dijo, “quetzal”, no, no, “tzeltal”.
Yo me
llamo Yatziri que quiere decir Doncella de la Luna, te lo digo porque la misma
señora que te cuento me lo preguntó y solo pidió que se le dijera algo de su
signo maya. Como ella nació en
diciembre, me correspondió decirle que las personas de su signo les gusta el
sol, pero lo evitan porque son blancas y pueden quemarse. Algo fácil de adivinar
porque la señora era blanca y llevaba puesto un sombrero. Me dio un billete,
¡sí!, un billete y me pidió gastarlo solo en mí.
Sé que
me brillaron los ojos y sabes qué, decidí guiar a esa señora que en ese momento
iniciaba su recorrido por la zona arqueológica de Palenque, que ya te dije es
impresionante. Ella iba con un grupo que había contratado a un hermano mío como
guía, pero te aseguro que yo también he aprendido a describir las edificaciones
mayas.
Mi
abuelo dice que Palenque no se llamaba así. Los mayas lo llamaban Otolum.
También los mayores nos cuentan que Otolum fue una ciudad grandiosa, gobernada
-a veces por hombres, a veces por mujeres- pero estaba abandonada cuando hace
siglos llegaron los conquistadores españoles a estos lugares que hasta hoy
están rodeados de selva.
Ni siquiera las manos destructoras pueden contra esa
inmensidad verde que llamamos selva y donde viven todavía algunas personas a
los que se les dice “lacandones”. Luego te platico de ellos, porque se dice que
son los descendientes directos de los mayas y llegaron primero a estas tierras.
La
señora que te digo me escuchaba, me hacía preguntas, veía las construcciones y
sacaba fotos. Hubo un momento en que vi su cara llena de admiración ante
"Templo de la Reina Roja", el “Templo de las Inscripciones”, la tumba
de “Pacal El Grande”, K'inich Janaab Pakal en mi lengua.
También
ante "El Palacio", el "Templo de la Cruz Foliada" y el
"Templo del Sol" y también la señora admiró los árboles sagrados de
los mayas, la Ceiba y el de tronco rojo. A todas esta magnificencia le llamamos
vestigios, no nos gusta la palabra ruinas.
Mi
papá, que ahorita tiene más de 50 años, dice que cuando él era chiquito,
empezaron a venir arqueólogos a esta zona. Retiraron la selva que estaba
cubriendo las construcciones y pronto abrieron al público este Parque Nacional
de Palenque, que es el orgullo nuestro y el lugar de trabajo mío y de
muchísimas personas de la región, de todas las edades.
He oído
decir a los guías pero principalmente a los mayores de nuestra comunidad, que
los Mayas fundaron esta zona antes del nacimiento de Cristo, porque aquí
florecía la agricultura por los manantiales y riqueza de la tierra. Ese
florecimiento causó guerras, que los de otros reinos iniciaron y se dedicaron a
ver cómo importunar a nuestros antepasados.
La
verdad es que todos los pueblos de la región eran también eran mayas y todos
fueron gente avanzada. Pero, quién sabe por qué las diferentes poblaciones mayas
nunca estuvieron unificadas.
Así,
gobernantes de otras tierras quisieron apoderarse de lo nuestro porque, decían
ellos, descendían de tiempos más antiguos que nosotros y sentían que tenían
derecho de quitarnos nuestras posesiones y esclavizarnos.
Seguía
hablándole bajito a la señora que ya te platiqué y como en la zona de las
construcciones mayas -espacio en el que ahora nos permiten vender en puestos o
como ambulantes-, si ella compraba en algún puesto, yo le diría al vendedor que
lo había recomendado. La señora compró una bolsa y una pluma de pavo pintada al
óleo. Discretamente, pedí mi comisión.
Después
del recorrido, el guía del grupo, mi hermano, invitó al grupo a pasear por la
selva; no creas que es la selva selva, sino una muestra nada más. Me acerqué a
la señora que te cuento para avisarle que a esa hora de la tarde las viborillas
negras salen de su escondite y no se ven por lo tupido de la floresta.
Me miró
sorprendida, me dio las gracias y avisó a sus compañeros que iría a comer a las
afueras de la zona para esperar a que ellos salieran e irse juntos hacia el
autobús que los trajo hasta acá.
Escuché
la palabra “comer”. Eran las cuatro de la tarde y yo no había comido desde la
mañana. Nuestro desayuno habitual es agua caliente con canela, un pan y un
tamal, eso nos permite ir al trabajo sin el estómago vacío. Regresamos a casa al oscurecer, nos espera un
tamal envuelto con Hoja Santa, que le da un sabor muy rico y otra vez bebemos
agua caliente con canela.
Si en
la casa nos ha ido bien, hay un pedazo de pescado frito, o carne de pollo o de
pavo, que cae de maravilla a nuestra pancita. En las fiestas hay más de comer
como los asados de res o de puerco; ah, también de pollo y pescado cocinado de
diferentes formas. De beber hay atole agrio y agua con chocolate. También
muchas tortillas de maíz.
A mi
hija que va a la escuela, le dan un desayuno escolar. Un cuartito de leche, una
naranja, una palanqueta de cacahuate y un pan pequeño relleno de jamón. Siempre
guarda uno de estos alimentos para mí, sin que yo se lo pida.
Yo me
quedé en tercer grado, pero aprendí a leer y a escribir en mexicano y a hacer
cuentas, tú sabes, la aritmética. Como soy madre soltera todavía vivo en casa
de mis padres, tengo la obligación de llevar dinerito a la casa, para mi
sustento, el de mi hija y para los gastos.
Mi papá
trabaja en un cafetal pero muchas veces es rechazado cuando llega la cosecha;
además, vienen hombres de Guatemala, El Salvador y hasta de Honduras; a ellos
sí los contratan porque cobran menos.
Le dije
a la señora que ya te platiqué, que la podía llevar a comer donde sé que está
sabroso. Ella aceptó y cuando llegamos a ese tenderete me invitó a comer con
ella. Fue entonces cuando me preguntó de
dónde soy y le contesté que del ejido El Naranjo, aquí cerquita de Palenque.
Mientras
comíamos, la señora me preguntó de mi trabajo y bueno, tú ya sabes por qué
trabajo. Todas las mujeres de El Naranjo trabajamos, ya sea en el Parque
arqueológico o en casa. Si te quedas en casa es porque confeccionas bolsas,
blusas e infinidad de otras cositas bordadas.
Nuestras
abuelas nos enseñaron a coser y bordar. Los hombres trabajan muchos como
pescadores y otros tantos como vendedores; a algunos el gobierno los ha
preparado para ser guías, pero lo que saben lo enriquecen con lo que nos
cuentan los viejos del ejido.
Ellos
también aprendieron artesanía de sus padres o abuelos, pero como te dije, hace
poco vinieron del gobierno del estado a enseñarnos otras manualidades como
pintura en tela y cuero, nos dejaron poner nuestros puestos dentro de Palenque
y permitieron el ambulantaje. También nos venden telas para bordar, a buen
precio.
La
señora que te digo, me escuchaba atenta y me preguntó de la escuela de mi niña.
Le conté que está al aire libre, que los niños se sientan en el suelo, el
pizarrón es portátil y para ir al baño corren al retrete comunitario.
Más de
la mitad de los adultos de El Naranjo, no saben leer ni escribir. Los demás nos
defendemos un poquito. ¿Que qué hacemos si nos enfermamos? Pues para eso hay
curanderos. Casi siempre es de la panza porque comemos algo que creemos es
fruta y se nos inflan los intestinos, entonces nos dan masaje con manteca para
“desinflarnos”.
¿Médico?
No señora, hay una clínica pero solo tiene inscrito a un señor, eso porque
tiene trabajo de planta en una de las cafetaleras. El doctor viene solo en
temporada de vacunas; los niños nacen en las casas.
Nuestros
médicos a veces son los lacandones. Ellos heredaron de los mayas, conocimientos
que pasan de boca en boca. Mi abuela dice que no hay nada escrito. Los lacandones adivinan tu suerte, te dicen
tu pasado, presente y futuro con tan solo verte a la cara.
Siempre
están vestidos de blanco y viven en las profundidades de la selva, esa selva
que guarda más pirámides y tumbas, que parecen montes, pero son construcciones
mayas. Por esa selva, hace mucho tiempo se fueron yendo los originales mayas,
dejando abandonado Palenque y otras ciudades que yo no conozco pero que dicen
los ancianos que son tan grandes y tan magníficas como la nuestra.
Dicen
que nadie sabe por qué abandonaron sus construcciones, que más bien eran tumbas
y había palacios donde vivía el gobernante y la nobleza; alrededor, en chozas,
vivía el pueblo. Entre los nobles estaban los que estudiaban las estrellas, los
que inventaron el calendario maya, los consejeros para la agricultura y claro,
los sacerdotes quienes eran los guías del rey y del pueblo.
Pero mi
abuelo cree saber por qué se fueron los mayas. Las amenazas de los envidiosos
pueblos vecinos tuvo mucho que ver y los gobernantes de Otolum salieron primero
para localizar dónde se podían establecer. Más adelante se llevarían al pueblo
en sí, cuando ya estuvieran ellos bien asentados.
El
pueblo, sin un guía, sin un control, empezó a portarse mal, a faltar a sus
labores, a dejar crecer la selva, a emborracharse, a abusar de los más débiles…
Aun
cuando, se supone que los gobernantes enviaron por su pueblo, este ya había
abandonado sus hogares, vagado a la deriva y perdido para siempre su
patrimonio, se dispersaron sin dejar rastro.
Esto se
lo conté a la señora que me invitó a comer. Y después de la comida le dije que
para otra vez viniera tempranito, para que escuchara todos los sonidos que
hacen al amanecer los pájaros, los monos aulladores, venados y otros
animalitos. Yo no he oído ninguno, pero dicen que a veces se escucha el rugido
del jaguar.
Le
ofrecí a la señora acompañarla a su autobús, porque su grupo tal vez ya había
salido de la selva. Me preguntó si podía tomarme una foto y le dije que no,
porque nosotros creemos que la fotografía se lleva nuestro espíritu. La señora
no insistió.
Caminamos
a un lado de la carretera, ella iba admirando la inmensidad verde del bosque
espeso, con sus hojas reflejando el sol de la tarde. Se asombró al ver
muchísimas plantas de Hoja Santa; así, silvestres, a un lado de ese camino de
carros. Estaba cansada pero contenta
cuando algunas personas vinieron a su encuentro, preguntando dónde había
estado.
Algo
dijo y volvió su cara hacia mí. Vi cómo brillaron sus ojos. Yo no quería
recibir un pagó por ser su guía, pero estrechó mi mano y acepté. Agradeció mis
pláticas y compañía. Yo le di las gracias también por la comida. Me habló de
sus mejores deseos para mí, mi hija y mi familia. Dijo que nunca me
olvidará.
COPYRIGHTCONYUREÑA/ENERO2017
VARIOS DATOS PROVIENEN DE WIKIPEDIA. LAS VIVENCIAS PROVIENEN DE MI CORAZÓN.
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Mi amiga, creo que este es uno de tus textos más interesantes y bello. Es didáctico y muy bello al mismo tiempo. Recibe un abrazo y mis parabienes.
ResponderBorrar¡Gracias por tus generosas palabras querido amigo Henrique! Sin tu respaldo, este y otros textos hubieran quedado en el olvido.
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